Capitulo 15

1.5K 166 385
                                    

Los personajes de Naruto, no me pertenecen, yo solo los uso para escribir esta historia sin fines de lucro.


Sasuke no tenía idea de lo que había ocurrido con Hinata en los últimos días. Ella se portaba de manera cortante, incluso se rehusaba a hacer el amor. Todo había comenzado la maldita noche en que salió a cenar con Indra. Desde entonces, ellos se mantuvieron en una constante batalla. Los días posteriores, casi ni la veía y el no saber lo que le pasaba lo tenía al límite de su paciencia ¿Que era lo que le pasaba a su hermosa esposa? Extrañaba mucho las largas conversaciones que mantenían y ni hablar de como su cuerpo pedía su cercanía.

Cada vez que lograba obtener un poco de avance, venía de nuevo algo entre Sarada y ella, de manera que volvían a discutir y se dejaban de hablar durante días. Hinata continuó siendo la misma con Taro, también con su familia, el problema se situaba solamente entre su hija y él. En ocasiones pensó que las edades de ambas ocasionaba la continua rivalidad y realmente ya no sabía que más hacer para arreglar las cosas.

Su familia poco a poco se fue percatando de su alejamiento y en la oficina, no se hicieron esperar las quejas en torno a su mal humor y lo peor fue que todo iba a empeorar, lo supo esa tarde cuando llegó a su hogar y encontró una desagradable escena, la cual hizo hervir su sangre.

Su pequeña hija, su Sarada lloraba por lo que un chico engreído le decía. Cegado por las lágrimas de su hija, confrontó al chico. La molestia que le causó la arrogancia de ese joven, no se comparó con la que vino al escuchar a su hija defendiéndolo y como si las cosas no pudieran empeorar llegó Hinata.

La soberbia lo cegó, al imaginar que su esposa quería sacar a su hija del camino. No podía ser una coincidencia que ellos se conocieran y que su niña se hubiera interesado en ese chico arrogante. Él era padre y debía velar por el bienestar de sus hijos, era su obligación mantenerlos a salvo de cualquiera que atentara contra ellos y en su mente cegada incluso por los celos al saber a Hinata tan cercana al tal Kawaki, no midió las ofensas que le lanzó. No fue hasta que recibió el golpe en su rostro que reaccionó y se arrepintió de ofenderla.

Algo se apretó en su pecho cuando la miró llorando y diciendo que debían darse un tiempo ¿Tiempo? Él no necesitaba eso, él la quería a su lado y por supuesto que no la iba dejar alejarse de él.

Su intención de impedir su partida quedó cegada cuando respondió la llamada telefónica. Esa voz ¿acaso podía ser? No, eso era imposible ¿como? No obstante, debía salir de dudas y sin pensar en absolutamente nada que no fuera ir a su encuentro, se marchó con sus hijos. Ellos no dejaron de cuestionarlo sobre el destino del viaje y él continuó sin decir nada, no lo haría hasta llegar y verla con sus propios ojos.

—Pero papá, no nos despedimos de Hina... ella se preocupará cuando no nos encuentre—no fue hasta ese momento en que recordó a la ojiperla y cerró los ojos con frustración.

—Entréguenme sus celulares—ordenó mientras los chicos lo veían sin entender—Sólo háganlo—muy a regañadientes, los dos se lo entregaron y de inmediato los apago.

—¡Papá!—lo llamó Sarada, la cual se hallaba confundida.

—No hagan preguntas, les prometo que cuando lleguemos lo entenderán todo—sus hijos no hicieron más preguntas, lo cual lo tranquilizó un poco, ya que su cerebro era un completo caos. No faltaba mucho para llegar y antes que el piloto pidiera apagar el celular, lo tomó en las manos, pensando en llamar a Hinata pero ¿que iba decirle? ¿Que se suponía que debía hacer? Sin querer continuar con su frustración, apago su celular. Ya después pensaría como afrontar la situación en torno a los nuevos acontecimientos.

El viaje fue de muchas horas y en ese momento se acercaban en un taxi a la embajada japonesa, ubicada en Rusia. Los trámites fueron extenuantes hasta que finalmente, los condujeron a una oficina apartad. Fue ahí, en ese lugar que miraron la pequeña espalda de la mujer que creyó pérdida. Sarada se aferró a su brazo sin dejar de temblar, mientras que Taro alternaba sus orbes entre los rosados cabellos y él, posiblemente, en busca de una explicación, dado que durante los trámites ellos se quedaron dentro de una sala de espera y no escucharon los motivos que lo llevaron a ese lugar.

No quiero ser ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora