Él no dudó seguir el curso de la moto. Aquella mirada, triste, desesperada, decepcionada, lo había captado desde el primer momento.
Olvidó todo lo que tenía que hacer. Ir a su casa, hacer la cena, cenar con su madre. ¡Su madre! Luego la llamaría. En ese momento, sólo quería saber que ella estaba bien. Necesitaba saberlo. Porque por más que ella le había insistido que lo estaba, una parte de él sabía de que no lo estaba. Y quería asegurarse. Quería hacerla reír. Quería verla feliz.
Pero sus ojos eran cualquier cosa menos felices.
Sus ojos. Eran los más hermosos que alguna vez había visto.
Y pensando en ellos la siguió. Una cuadra. Dos. Tres. Doblar a la izquierda. Semáforo en rojo, en el que se separan por un par de autos y una camioneta. Joder. Cambia la luz y la sigue dos cuadras más. De nuevo a la derecha. De frente por la avenida principal. Cambia el semáforo de nuevo pero ella no duda en seguir de frente ignorando la resplandeciente luz roja.
Rick fue interrumpido por un taxi. Maldijo por dentro. Por fuera también. En voz baja y luego en más alta, tratando de sacarse la frustración contenida.
Tocó el claxon, como si de algo pudiese funcionar.
Respiró, un par de veces, animándose a relajarse. Hacía mucho que no sentía tal desesperación. Esa de tener algo al frente y asimismo no tenerlo, no poderlo alcanzar. Ver cómo se te escurre de las manos y poder evitarlo.
Y maldijo al taxi que tenía enfrente, a su chofer, al que se lo vendió y al fabricante. Ya no tenía sentido seguir siguiéndola, porque ella ya podría haber avanzado cuadras y cuadras, sin mirar atrás.
Esperó el cambio de luz, abatido, volteó en U y condujo tranquilo, sereno, intentando asimilar lo que acababa de ocurrir. Y preguntándose, una y otra vez, si ella iba a estar bien.
Kate, en cambio, sintió un dolor en el pecho cuando confirmó que el extraño ya no la seguía, y entonces una serie de preguntas invadieron su mente.
Ninguna de ellas poseían respuesta, no una definitiva.
Sintió una punzada de desilusión, una de confusión y otra que no supo qué significaba. Siguió su camino, sin llorar, sin sentirse incompleta, sólo confundida, pensando en esos ojos azules, que le recordaban el mar. Y, esperó, internamente, que algún día volvieran a cruzarse sus caminos.
Se quedó con el deseo.
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Recuerdo de una mirada
RomantizmDicen que las miradas dicen más que mil palabras y que son mas difíciles de olvidar. Pero, ¿Qué pasa cuando te topas con una y no la vez más? ¿Y si, por cosas del destino, el destino te depara una segunda oportunidad? El tiempo, los cambios, las dec...