Recuerdame

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[pongan la canción de fondo para llorar a gusto]

Junio 6 7:54 p.m.

Habían pasado ya varios meses desde que los niños se despidieron, la familia Rivera había mandado a Miguel a una escuela religiosa, pues no les cabia en la cabeza que su pequeño músico haya admitido que sentia atracción hacia alguien de su mismo sexo; todos culpaban a Marco, a Hiro, incluso a Dayana quién salió en su defensa diciendo que también le gustaban las mujeres.

Habían quitado al mexicano cualquier cosa que le recordara el nipón menos el collar pues jamás dejo que nadie lo viera, y se defendía a uñas y dientes si alguno de sus compañeros intentaba quitárselo para molestarlo, varias llamadas de atención, castigos y muchas amenazas de que iría al infierno no le importaron, jamás dejaría que tocaran el regalo de Hiro; De nuevo la noche había llegado al recinto y Miguel lloraba en silencio pues su familia le había dado la espalda, le habían quitado a Hiro, lo alejaron de sus únicos amigos y lo mandaron a un lugar para "curarlo" aún recuerda como su familia lo miraba con desaprobación, como sus palabras tan hirientes y frías parecían de gente completamente diferente.

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¡No puedo creerlo de ti Miguel! -grito la señora Carmen-

¡¿Que no pueden creer?! ¿Qué me enamoré? ¡¿Eso es lo que les molesta?!

¡No nos levantes la voz jovencito que ya estamos muy decepcionados de ti! -defendio el señor Berto a su mujer-

¡¿Pues no entiendo por qué?! ¡Por qué es algo normal!

¡No puedes llamar a eso normal Miguel! ¡Estás enfermo y lo que haces es antinatural! -esta vez habló su abuela casi derramando lágrimas por el enojo-

¡Pues no lo voy a llamar antinatural! ¡Yo estoy orgulloso de ser lo que soy! -grito con todas sus fuerzas antes de que un ruido sordo callará a todos en la habitación-

Una cachetada, su abuela le había soltado una cachetada haciendo a todos callar y dejando a Miguel en un estado de shock sin poder moverse sintiendo solo el ardor en su mejilla derecha

No voy a dejar que digas esas barbaridades -hablo con firmeza- mañana mismo te mando a un colegio católico

Mamá... -el señor Enrique intento calmar a su madre pero fue en vano-

¡Tu ni digas nada! -sentencio antes de que el menor volviera a gritar-

¡Los odio! ¡Odio está familia!

Y salió corriendo, con la misma mirada de odio y decepción de hace dos años; su madre corrió tras de él, pues se había quedado callada todo el tiempo, amaba a su hijo pero no podía ir en contra de lo que su familia le había inculcado. No llego a tiempo pues recibió un azote de puerta en la cara, si no fuera por la desesperación probablemente como cualquier madre mexicana habría regañado a Miguel, pero en ese momento solo podía culparse por como se sentía su hijo, así que se dejó caer de rodillas y comenzó a llorar en silencio frente a la puerta mientras escuchaba los gritos de fondo y a su hijo, a su bebé llorar desgarradoramente.

{...}

Lo recordaba a la perfección, incluso el día en que lo dejaron en aquel infierno llamado iglesia, como habían sido sus tíos y abuelos quienes lo dejaron ahí, y no sus padres, pues ellos probablemente no lo habrían dejado, lo que había escuchado en la sala del director el como su familia lo había llamado, le dolía le dolía demasiado incluso más que cuando le prohíban escuchar o hacer música; si pudiera lo cambiaría, prefería mil veces que su familia odiara la música y no lo dejarán cumplir su sueño, a qué lo odiaran a él y no lo dejarán ser feliz.

No tengo tiempo para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora