Deathly | Son Hyejoo

Dieciocho

— ¿Estará bien?— preguntó en voz baja observando el cuerpo de la joven entrando a la ambulancia.

— Sigue con vida, quiero suponer que lo estará.

Chaewon suspiró ante la respuesta de Jungeun, sus manos seguían cubiertas de rojo pero realmente no le importaba en ese momento, lo único en lo que podía concentrarse era el molesto nudo en su garganta y las terribles ganas de llorar. Tenía demasiadas emociones encontradas como para que su pequeño cuerpo pudiera soportarlo.

— Ve a casa y toma una ducha, Chae.— La mencionada suspiró sintiendo la mano de Jinsol en su hombro, una pequeña caricia de consuelo que realmente necesitaba—. Jungeun y yo nos haremos cargo de lo que resta, ¿está bien?

Sí, eso sonaba bien.

— A veces me pregunto por qué siento tan joven decidió trabajar aquí.— La rubia observó como la figura de la menor desaparecía tras subir al auto—. Es muy sensible, se está culpando demasiado por esto.

— Si lo piensas un poco...—murmuró su acompañante dejando unos segundos de silencio, en los cuales una mueca se formó en sus labios—. En parte lo es.

Jungeun suspiró observando las pequeñas manchas rojas en su ropa, sangre fresca de una mujer que solamente quería encontrar a su hija.

— Debemos ir a la comisaría— habló rompiendo el tenso silencio en el que se encontraban—. Esto es sólo el comienzo, ¿cierto?

— Lo es, no encontraron nada a los alrededores. Si queremos encontrarla debemos movernos rápido.

— ¿Encontrarla?

— Sabemos quien hizo esto, Kim— sentenció en un tono bajo observándola de reojo—. No es una corazonada, lo sabemos.

Dando probablemente el décimo suspiro en esos cinco minutos ambas mujeres se encaminaron al auto que las esperaba, afortunadamente uno de sus compañeros se había ofrecido a llevarlas después de ver el desastre físico y emocional que eran, además de que estaban varadas sin posibilidad alguna de conseguir un taxi en esos momentos.

El viaje a la comisaría fue silencioso y agotador, todos dentro del auto estaban lo suficientemente cansados de ese caso y querían terminar con él lo más rápido posible. El atardecer había caído más rápido de lo que esperaban y pronto el cielo se pintó de un intenso naranja, Jungeun por un segundo juró que el cielo era rojo, tan rojo como las manchas en su ropa o la madera del hogar Son, probablemente comenzaba a alucinar.

— Hey, ya llegamos.— La grave voz de su acompañante la sacó de sus pensamientos, Jinsol ya se encontraba fuera esperando a que saliera del auto donde se encontraba a solas con el rubio. Asintió saliendo de su pequeño trance y abrió la puerta sintiendo la repentina brisa de aire que llenó de oxígeno sus pulmones.

— Gracias— murmuró pasando a lado del hombre quien le dirigió un intento de sonrisa antes de seguir su propio camino.

— Vamos, tenemos mucho que hacer.— Un brazo rodeó sus hombros mientras cruzaban la puerta de lugar, Jinsol la llevó rápidamente entre los pasillos hasta donde Haseul trabajaba como si ni hubiera un mañana.

¿Cómo demonios había conseguido llevar todo hasta ahí en tan poco tiempo? Ni ella lo sabía.

— En mi vida me había alegrado tanto de verlas.— Haseul habló rápidamente moviéndose de un lado a otro—. Por fin, tengo todo lo que necesitábamos.

El lugar era la representación gráfica perfecta de desorden, podían notar miles de documentos esparcidos por el lugar, pruebas por aquí y por allá, pequeñas notas pegadas en todos lados, incluso los anteojos que Haseul solía usar en ocasiones estaban perdidos entre tanto desorden.