Dos

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Mi madre es una de las mujeres más hermosas que conozco, sin duda alguna. Sus grandes ojos avellana era lo primero que te atapaba de ella, su rostro realmente era precioso, su largo cabello castaño, las curvas que a pesar de rondar los 40 seguían justo en su lugar. Según muchos, heredé el cuerpo que mi madre tenía antes de tenerme, caderas perfectamente redondas, piernas largas y torneadas, los pechos grandes y firmes y cintura bastante pronunciada.

Agradecía mucho el hecho de hacer ejercicio ya que no había ni una pizca de celulitis en mis redondas piernas y mucho menos estrías aunque considero que eso no cambia nada en el cuerpo de una mujer, he visto a muchas avergonzándose de las marcas en su trasero, o los muslos internos y a mi parecer, siguen siendo preciosas.

De mi padre heredé el color de ojos, más el resto de mis rasgos no era nada parecido a ninguno de los dos, más mi padre aseguraba que me parecía a mi abuela en sus años de juventud, aunque no encuentro ningún parecido.

—Promete que te cuidarás Alessa —Dice papá —George y Finch irán contigo, estarán atrás tuya cada paso que des y te protegerán mientras, durante y después de estar con los Hammond —Dice mirando a los dos hombres ya mencionados.

—Sé cuidarme sola papá, no es la primera vez que lo hago, ya sé cada una de las palabras, gestos y cuidados que tengo que tener —Digo mientras ruedo los ojos ganándome una mirada severa de parte de mi padre.

—Tiene razón Freddy, ya está grandecita, sabe cómo cuidarse —Voltea a ver a mi padre a su lado —La sobreprotejes demasiado, no quieres ni que le dé el aire, ya no es una niña.

—Así ella tenga 80 años seguirá siendo mi niña así no te guste. —Le da una mirada severa y cargado de algo desconocido para mí.

—Está bien, los llamaré cuando aterrice y cuando lleguemos al hotel —Intwrrumpo su batalla de midadas. —Los amo —Me acerco a ellos para dejar un beso en la mejilla de cada uno, pero al llegar al lado de mi madre ella se aleja de mí como si de un leproso se tratara y regresa a su habitación.

—Ignorála, dame a mí el beso que le ibas a dar a ella —Retiro mi vista del lugar por donde mi madre se fue y me concentro en él sin dejar ver lo que me afecta el rechazo de mi madre —Cuídate princesa, siempre estaré esperando aquí por ti —Dice mi padre para tomar mis mejillas y dar un beso en mi frente. Me dejó envolver por el cariño de mi padre unos minutos más y bajo las escaleras mientras él me ve desde su lugar, me despido de él con la mano para salir por la puerta principal.

Afuera ya se encuentran los guardaespaldas metiendo mis maletas a la camioneta. Uno abre una de las puertas de atrás y me tiende una de sus manos para poder subir en ella.

—Gracias —Digo cuando cierra la puerta y solo recibo un asentimiento de cabeza por parte de los dos. Saco mi celular, conecto los audífonos y suena la música en mis oídos.

Despierto cuando aparcamos el carro en el estacionamiento del aeropuerto. Pauso la música y guardo los audífonos de nuevo en la pequeña bolsa de mano que llevo. Finch baja mis maletas junto con George mientras me dirijo a la entrada del aeropuerto con unos lentes de sol cubriendo mis ojos, por si las dudas de alguien pudiendo reconocerme.

Al entrar me siento en una de las sillas mientras George va a comprar los boletos, Finch se queda a mi izquierda y aprovecho para hablar por mensaje con Bianca. Al escuchar por los altavoces el número de vuelo nos dirigimos hacia el avión. Al subir los que eran mis "niñeros" suben mi equipaje y el de ellos a los compartimientos y se sientan en sus lugares mientras yo me acomodo mejor en el mío y caigo rendida de nuevo.

(...)


—Señorita Alessa —Siento que alguien sacude mi hombro.

Princesa RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora