Doce

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Sus ojos curiosos recorren cada porción de mi piel, por donde su mirada pasa siento mi piel ardiendo como si sus ojos lanzaran rayos láser. Se crea un silencio en el que nos dedicamos a analizarnos. Mis ojos recogen lo más que pueden de su figura. Su cabello color chocolate con aire revuelto, sus cejas del mismo color rellenas. Su imponente mirada y sus preciosos ojos color verde intenso. Su rostro es perfecto y su mandíbula perfectamente delineada me hace querer pasar mis dedos por la misma.

Su atlético cuerpo está enfundado en un traje negro y camisa blanca con corbata. Su camisa se aprieta perfectamente a sus brazos al igual que lo hace su pantalón en sus piernas y aparentemente su trasero. A medida de que mi vista regresa a su rostro una sonrisa se posa en mis labios y él ve directo a mis ojos.

—¿A qué debo el honor de su visita señor Heim? —Me acerco más a él.

—Bueno, arriesgándome a alimentar tu ego, debo admitir que no has salido de mi mente desde la noche de la gala y desde el momento en que saliste de ella no pude evitar buscar información para poder encontrarte. Y sí que fue difícil —Me sonríe y su meñique delinea mi rostro.

—Efectivamente, alimentaste muchísimo mi ego —Devuelvo la sonrisa y el baja su mano deteniendo el contacto entre nosotros —¿Gustas pasar? Llevo algunos días en la casa de mis padres así que probablemente no pueda ofrecerte nada... —Pauso —De comer, claro.

—Se me ocurren algunas ideas. Más podemos dejarlo para otro momento. La idea original de venir era poder pedirte que me acompañes durante esta tarde y luego poder llevarte a cenar. ¿Qué dices? —Sus manos nunca dejan de moverse impaciente por mi respuesta.

Debería decir no. Si mi padre se entera me armará un problema por ser vista con un hombre, si alguien de la mafia se entera podrían hacerle daño por tan solo estar cerca de mi siendo un civil. La mayoría de hombres dentro de la Bratva esperan que mi padre me comprometa con uno de sus hijos para poder hacerse con el poder y se quede en su familia, lo desean tanto que matarían a cualquier hombre que amenace el puesto que sus hijos jamás ocuparán.

Si mamá se entera en capaz de enviarme a Grecia hasta que desista de la idea de estar con un hombre fuera de la mafia, y aunque, no hay segundas intenciones con nadie a mi alrededor con el cual pretenda casarme o tener un noviazgo tan siquiera mis padres y las demás personas no lo creen así.

—¿Y bien? —Su pregunta me devuelve de mis pensamientos y su rostro se encuentra expectante a mi respuesta.

A la mierda todos

—¿Qué haremos antes de ir a cenar? —Sonrío. Él extiende su brazo para que lo tome, lo hago y salimos del edificio. Desde donde nos encontramos puedo ver algunos de los voyevikis rodeando y vigilando el área del edificio vestidos de civiles. En el auto siguen los tres encargados principales de mi seguridad y descubro que tengo un problema.

Volteo a ver a Ethan y hablo —Verás ¿Hay inconveniente si la seguridad nos sigue? Mi padre no dejará que vaya sin ellos. —Para y voltea a verme.

—Por mí no lo hay —Afirma —Pienso secuestrarte un momento pero no tan literal —Me regala una de sus deslumbrantes sonrisas y me derrito.

Agradezco y camino contoneando las caderas hacia la Range Rover sabiendo que la mirada de Ethan se encuentra en estas.

Si pienso hacer esto y tener una “cita” con alguien que no conoce nada de nosotros debo empezar a buscar algunas explicaciones para mi vida y todo lo que me rodea. Mi excesiva seguridad no es algo muy común, si mucho los del colegio tienen uno o dos a su cuidado, por lo que las dos o tres camionetas con cuatro hombres en cada una no es algo que sea común.

Princesa RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora