Las últimas dos semanas han transcurrido normalmente. Después de la gala Mikhail nos dejó a Kay y a mí en la mansión. Al principio mi madre estaba reacia a la estadía de Kay con nosotros y en la mansión pero luego de contarle a ella y a mi padre por todo lo que pasó y lo que le hicieron por proteger mi identidad aceptó aunque con cierto recelo aun. Mi padre por otro lado, ofreció su apoyo para con Kay para luego pasar a sus sutiles amenazas e innecesarias explicaciones muy gráficas de lo que les sucedía a los traidores y soplones dentro de la mafia.
Durante las tardes, después del Northern, Kay y yo practicábamos su puntería e incluso estoy tratando de enseñarle lo que sé de combate cuerpo a cuerpo practicando con algunos de los hombres de papá.
Mikhail y yo no hemos hablado en estos días y tampoco se ha presentado a la mansión u otro lugar y creo que es algo que agradezco. Su presencia y la forma en que me ve despiertan escalofríos y a su vez llamas en mi cuerpo. No desconfío de él, pero como me enseñaron, así como con toda persona debo tener mis precauciones. Mentiría si dijera que no siento la tensión entre nosotros, cada vez que sus ojos se posan en mí, en mi cuerpo, cada vez que respiramos o hablamos cerca del otro puedo sentir como mi piel anhela su toque. El día de la gala pudo casi haber jurado que caería en su juego, y ciertamente no me molestaría caer, matar la curiosidad y dejarme llevar como siempre lo he hecho, pero si caigo una vez, no habrá manera de levantarme, querría cada vez más su toque, toda su atención en mí, querría dejarnos caer en el deseo que nos tenemos una y otra vez y es algo a lo que me niego completamente.
Con respecto al hombre de la gala, Ethan, después de que la gala finalizara no supe nada más de él. Cierta parte de mi esperaba que me buscara o tratara de alguna forma comunicarse conmigo. Desde ese día los recuerdos de Krasnoyarks no han dejado de hacer un torbellino en mi cabeza haciendo que mi piel se erice deseándolo a él, a lo que sus besos provocaron, a lo que sus caricias provocaron en mi cuerpo y a sus intensos orbes que analizaban cada uno de mis gestos y parecía grabarlos en su mente y guardarlos para sí mismo.
Una voz lejanamente llama mi nombre y no es hasta que un golpe en mi brazo me saca de mis cavilaciones.
—Señorita Kirgyakos —Doy un brinco en mi lugar al escuchar la voz de la profesora. Giro mi vista del ventanal a mi derecha para posarla en una no muy contenta profesora de antropología.
—Debo asumir que mi clase no es relevante para usted y que los árboles de afuera merecen más su atención que mi clase y yo ¿no es así señorita Kyrgyakos?
—No es así profesora, me encontraba un poco perdida en mis pensamientos, no volverá a pasar —Las disculpas claramente no están en mi vocabulario y sinceramente es lo mejor que le puedo ofrecer.
—Claramente, como usted lo mencionó no volverá a suceder. Y, como estaba perdida en sus pensamientos —Hace una especie de comillas con sus dedos al repetir la frase que salió de mis labios —la invito a que pueda encontrarse camino a la rectoría y obtener una amonestación e mi parte. Le agradezco mucho, puede salir ahora e ir por ella. —Voltea hacia la pizarra de nuevo y siento como la sangre en mis venas quema más y más como lava. La vista se me nubla y todo se torna color rojo, los oídos me zumban y todo lo que viene a mi cabeza son escenarios en donde ella no podrá llegar a dar su clase la mañana siguiente y todos lamentamos su dolorosa muerte. Mis manos se encuentran apretadas en puños tanto que siento como mis uñas cortan la carne de mis palmas y un pequeño hilo de sangre desciende por ellas haciéndome volver a dónde me encuentro ahora mismo.
Recojo mis cosas del escritorio metiéndolas en mi maletín lo más rápido que puedo y salgo con prisa del salón. La clase de la profesora López suele ser una de mis favoritas pero eso no quita que la profesora sea una completa zorra con todos y conmigo no es la excepción. Siento algunas miradas en mi al momento de salir del salón y en el momento en que mi vista regresa para ver dentro de este, varias cabezas voltean hacia el frente al momento en que fijo mi vista en ellas.

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Princesa Roja
Novela JuvenilAlessa Ivankov es la princesa de la mafia Rusa, hija de Frederick Ivankov "el rey" como todos le conocen. A diferencia de su padre, Alessa no es reconocida por nadie en la calle a menos que escuches su nombre o como la llaman. Entrenada para ser l...