Diez

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Olimpus es el club principal de la cuidad, y todas las sedes de éste pertenecen a mi padre, por lo cual quien lleva el control de lo que se hace, lo que se vende y quien entra está a mi cargo. Ya que eres mi socio quiero presentarte como tal —Volteo a verlo —¿Puedo bajar la capota del auto? —Solamente asiente.

»Me informaron que llegó el cargamento del mes y hay que explicarles las reglas. Me imagino que no tienes conocimiento de ellas, no estoy enterada que tu familia tenga clubes así que también irás para que las conozcas y cuando te toque puedas darlas tú sin mi presencia ¿Alguna duda más?.

El silencio se apodera dentro del auto por unos segundos. Segundos los cuales yo me dedico a apreciar el auto que manejo justo ahora y Mikhail tal vez analizar mis palabras.

—¿A qué te refieres con cargamento? ¿Son drogas? —Dice volteando la cabeza en mi dirección. Estamos en un semáforo por lo que me permito arreglar mi cabello debido al aire.

—De eso no me encargo yo —Río —Son mujeres, suelen ser entre 50 y 75, no son muchas. Algunas se quedan en Olimpus y las demás se distribuyen en los demás clubes.

—¿Es trata de blancas?

El auto de adelante se detiene y es mi señal para dejar el tema —Llegamos —Finjo alegría en mi voz —Podemos dejar el carro abierto, la seguridad es buena, pero tú decides que hacer —Bajo del carro, acomodo bien mi ropa, mi cabello y le tiro las llaves a Mikhail —No te alejes de mí cariño —Le tiro un beso.

Olimpus siempre ha sido mi club favorito. Desde los 15 años he celebrado aquí mis cumpleaños. A mi parecer es el más grande, más extravagante y el que mejor me representa. Mi padre me dio el control de los clubes hace un año cuando decidió que podía involucrarme más en el negocio. Y, no es alardear pero desde que yo estoy al mando las cosas en los clubes han mejorado.

Al entrar al club el clima es completamente diferente, es como si todo quedara atrás de la puerta de ingreso. La música retumba en los altavoces. Los días de distribución -Como hoy- el club está cerrado, por lo cual quienes trabajan aquí a excepción de la seguridad, contabilidad y el encargado temporal. En el escenario se encuentran mujeres, algunas arregladas y otras para su desgracia, harapientas y sucias. Estas son las que más lástima suelen darme. Volteo asegurándome de que Mikhail esté atrás mío y hago una seña para que seguridad cierre las puertas. Me paro frente a ellas y les sonrío.

—Señoritas, sean bienvenidas a Olimpus —Al instante en que hablo todas las miradas se enfocan en mí —No les interesa nada más que saber qué para ustedes soy Némesis y soy la que dirige este club y por lo tanto a ustedes —Subo al escenario y me mezclo entre ellas. Mi voz es fuerte y firme para que cada una de ellas pueda escucharme claramente —Algunas de ustedes están aquí por voluntad propia, otras porque creen que no tienen otra opción y las demás porque fueron obligadas o vendidas. Si este último es su caso lo siento mucho pero no hay nada que pueda hacer por ustedes y tienen que adaptarse a su nueva realidad.

Me paro frente a una de ellas, por lo que veo es una de las que está aquí por voluntad propia. Su cabello rojizo está liso hasta los hombros. Tiene un piercing en la nariz, sus labios son rellenos, las cejas perfiladas y tiene un rostro que parecería inocente aunque su cuerpo dice lo contrario. Lleva una blusa delgada aunque le apretuja las tetas, un short de jean que apenas logra cubrirle el culo, debajo de este unas medias de red y unos tacones con los que llega a mi altura. Me da una sonrisa al ver que repaso todo su cuerpo y se la devuelvo.

—¿Tu nombre? —Pregunto solo para que ella y las que están a sus lados puedan escucharme.

—Verónica, señorita —Su voz es suave y agradable.

Princesa RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora