Capítulo 2

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Yo no contesté, el miedo que tenía me llegó a paralizar y no me salía la voz.

—¿Aló?—El chico repitió.

—Sí, sí, Aló perdón. Soy Iria, creo que Mina te habló de mí.

—Ah, sí claro. Pasa.—Acabamos de hablar y la puerta se abrió.

Seguía con mi idea de que este piso parecía de ricos. El interior era muy acogedor, con sus paredes de piedra blanquecina, con bancos en una especie de sala con recepción, incluso había un conserje en una cabina. Este me preguntó al verme.

—Hola buenos días, ¿vienes a visitar a alguien?

—Buenas, vengo a ver a Carter. Creo que compartiré departamento con él.

—Ah sí el señor Carter, está en el piso...—Antes de que pudiese acabar la oración se oyeron unos torpes pasos bajando por las escaleras.

—¡Iria!—La misma voz del telefonillo.

—Oh, hola. ¿Eres Carter verdad?—Pregunté amablemente  con una sonrisa de boca cerrada.

—Ese soy yo.—Se giró hacia su lado derecho y habló al conserje.—No te preocupes Raff la llevaré yo a mi departamento, tú tienes que descansar que llevas días sin dormir.

—Estoy bien señor, lo digo enserio.

—Haré pronto una reunión de portal para hablar sobre varias cosas y una será solicitar que tengas más horas libres y con algo más comodidad en la cabina.

—El señor se puso rojo de emoción pero no quería demostrarlo.—Estoy bien aquí, estoy cómodo.—Estaba claro que mentía.

—Sí claro, ya hablaremos.—Se dio la vuelta hacia mí.—Ahora vamos tú y yo.

Carter me cogió de la muñeca y subimos por las escaleras.

—Carter hay ascensor, por qué tenemos que subir por las escaleras?

—Es más sano así.

—Me estoy ahogando.

Tan pronto como dije eso llegamos al departamento.

—Aquí es.—Metió la llave en la cerradura y la llave no abría por más que la girara.

—¿Todo bien?—Pregunté con una ceja levantada.

—Sí sí no te extrañes esto pasa a menudo, está un poco oxidada.

Carter dio un golpe a la parte inferior de la puerta a la vez que giraba la llave y ¡bingo! se abrió.

—Tengo que enseñarte, esta puerta tiene truco.

Su casa era espaciosa, de estilo minimalista. Tenía una baño no muy grande pero estaba muy bien, una cocina con isla separado imaginariamente con el mini salón y dos pequeños balcones, uno en dirección a la calle y otro mirando al patio interior.

Pero aún tocaba ver las habitaciones.

—¿Quieres ver las habitaciones?

—Claro.

—Bueno te enseño la tuya mejor.

—¿Le pasa algo a la tuya?

—Está un poco desordenada.—Rió vergonzosamente rascando su nuca.

—Te puedo ayudar si quieres.

—Otro día, ven.

Me volvió a coger de la muñeca para llevarme a mi cuarto. Al abrir la puerta me encontré con una pequeña sala, no muy espaciosa pero perfecta y suficiente para colocar lo que tenía. Había un armario al lado de la puerta, una cama a la izquierda de la puerta, una pequeña mesilla con una lámpara de noche, y una ventana a la cabecera de la cama.

El amor en la adversidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora