Capítulo 1

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Me preguntaba si había algo más corto que una minifalda. Creo que la había en Japón, pero no me imaginaba ponerme una para salir. Menos mi amiga. A lo mucho, me había puesto una mini en mi habitación, frente a mi espejo y con mi amiga. En ese momento me di cuenta que tenía más lunares en las piernas e indicios de várices. Tenía una cicatriz en uno de mis muslos, por algunas caídas en mi niñez.

Me daría mucha pena salir con esa prenda muy femenina, inclusive a la tienda. Mi feminidad se rehúsa a abandonarme. Pero suficiente tenía con la falda del colegio que empezaba a hacerse corta a medida que pasaba de curso. En cambio, a mi amiga Paola le encantaba su uniforme. Le quedaba mejor que a mí. Tenía unas piernas bonitas y ella era tan modesta que me decía que yo las tenía.

—Ailyn —dijo Paola desde el refrigerador con esa voz tan dulce que tenía—. ¿Quieres jugo de naranja o uva?

—Uva, Pao —dije mientras transcribía un texto.

Adoraba a mi amiga. Ambas teníamos dieciocho, ambas estábamos en preparatoria e íbamos al mismo colegio desde la primaria. Ambas teníamos la misma mochila, ambas teníamos Wattpad y nos gustaba la misma música. Ella quería abrirse una cuenta en TikTok, pero yo le dije que no porque un muñeco de paja bailaba más que ella. Casi llora.

Hacer la tarea un sábado por la tarde en mi casa, mientras sonaba minifalda de Greeicy y Juanes era mucho mejor que escuchar la música del vecino. Ese morboso siempre nos espiaba cada vez que nos cambiamos para salir. A mi amiga no le movía ni un dedo.

Pero era más extraño escuchar esa canción y justo usar minifalda. El calor nos obligaba a coger la prenda a regañadientes. Debajo, ella se ponía bragas a rayas y yo unos calzones de abuela.

Paola y yo teníamos tanta confianza que podíamos comer en bragas, dormir juntas en calzones, leer historias lésbicas en Wattpad o, incluso ver porno juntas.

La amaba. Era tan dulce. Era como sacada de un anime y hasta cuando se enojaba un poco era muy tierna. Ella medía 1.56 y amaba los peluches gigantes. En cambio yo era una perezosa, picajosa y menos femenina que ella.

Mañana íbamos a hacer la tarea de matemáticas y algo más. Mis padres se iban a ausentar.

—Debería hacer mi tarea, pero tengo que leer también —dije con cólera.

—Yo también, pero sabes que la profesora es muy mala. La odio —dijo Pao sorbiendo su jugo.

—Mañana es domingo... ¿Qué podemos hacer después de la tarea? —pregunté con el lapicero en mis labios.

—Comer helado o leer —Ella lo pensó.

—¿Pues jugar? ¿Qué te parece? —Sugerí.

—Sí, me gustaría. Sí, sí.

A Paola y a mí nos gustaba jugar luego de leer. No literalmente, por supuesto.

Microfalda ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora