Yo y mis sueños húmedos y mis bragas mojadas otra vez. Había soñado que Paola me cogía en la posición del perro. ¡Ay, qué estoy diciendo! Estos sueños me excitan y me provocan risa. Me levanté rápido para cambiarme la pijama por el uniforme.
Al instante me acordé que tenía examen hoy y no había estudiado nada. Era mi único examen de la mañana y ese único examen podía arruinar un día hermoso. Hace mucho que no estaba tan feliz. ¡Maldito colegio!
Antes de sacar mi uniforme, me puse a leer el tema del examen. Una leída o dos... Algo se quedaría en mi cabeza para que mi nota final no diera vergüenza.
—¡Ailyn, ven a desayunar! —gritó mi madre desde la cocina.
—¡Ya voy! —respondí y ya no pude concentrarme.
Cuando mi madre decía eso significaba que debía estar uniformada antes de ir a la mesa a desayunar, para luego ir al colegio. Así que le di una última ojeada al tema de psicología y guardé todo en mi mochila y me puse el uniforme.
Ya en clase, Paola y yo nos distraíamos con toqueteos para mitigar el nerviosismo. Yo la tocaba y ella lo hacía el doble. Sentía su mano caminar por mis muslos entrando por la cueva de mi falda.
—Cariño, contrólate.
El profesor se levantó y comenzó a repartir las hojas.
—El que termine antes, me lo entrega y sale del curso —dijo con severidad.
Acto seguido, comencé con la primera pregunta y me tomé mi tiempo, porque en mi cabeza solo había lo esencial. Solo eran seis preguntas. Nada de falso o verdadero. Eso era frustrante.
Luego de unos minutos, logré resolver cinco preguntas, pero la última no sabía. De repente, Paola me miró con disimulo y me dio la respuesta que se hallaba escrita en su muslo. Para eso se había subido un poco su falda.
Parecía que no llevaba nada debajo.
Me enfoqué en el examen y respondí la última pregunta. Había terminado el examen junto a Paola. Por ende nos levantamos y entregamos el examen irradiando felicidad.
Salimos del aula y casi salté de felicidad. Paola sonrió. Éramos las primeras en terminar el examen.
—¡En la cara de Abraham! ¿Viste su cara? —dije.
—Sí, estaba...
—Creo que di un buen examen y sin casi estudiar nada o solo estudié cinco minutos.
—¡Eres afortunada, Ailyn!
Saltamos de felicidad. En ese momento quería hacer algo descabellado.
—Paola...
—¿Qué pasa, cielo?
—No traigo nada debajo...
—¿Qué? ¿Es en serio?
—¡Es broma! —Reí.
—Ja, ja...Tengo hambre, Ailyn.
—¿Y si me comes?
En ese momento miré un aula vacía.
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Microfalda ©️
Novela Juvenil¿Te has preguntado qué podría arruinar una amistad perfecta entre dos chicas pervertidas? Contenido para adultos.