Capítulo 13

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Esperé a que amaneciera para encontrarme con ella en el colegio, porque estaba segura de que iba a ir. Si no iba mi corazón no lo soportaría. Necesitaba hablar con ella y hacerle muchas preguntas.

Al día siguiente, me alisté como un relámpago y me fui para la escuela sin desayunar. Al menos cogí el móvil para ver la hora.

Al llegar al colegio corrí por el pasillo rumbo a mi aula, pero antes de eso fui al baño a arreglarme un poco el cabello y el uniforme porque se había subido.

En ese instante, sentí la presencia de alguien.

—¡Ailyn!

—¿Qué? ¿Paola?

Era mi amiga que estaba detrás de mí. De inmediato la abracé y la besé. Ella también me correspondió.

—Ailyn, detente cariño...

—¡Te extrañé, tonta! ¿dónde estabas?

—Te cuento... Estuve en la casa de mi abuelo porque estaba enfermo. No te avisé porque tenía el celular descargado. Lo siento.

—No te disculpes, yo lo siento.

—Pero él ya está mejor. Yo también te extrañé.

—Yo te extrañé más... No desayuné, así que creo que te voy a comer.

La besé en la boca, en el cuello y acaricié su mejilla. Mi mano se fue hasta abajo para ver si traía ropa interior.

—Ailyn... Espérate hasta salir de clases. Yo también tengo ganas, pero debemos pasar clases ahora.

—Está bien, Paola, pero será difícil apagar la calentura.

Las clases fueron las más aburridas. Solo quería que tocara el timbre. Pero después de siglos finalizó la clase y ambas corrimos a coger el micro de vuelta. Sentía que estaba olvidando algo.

Llegamos en un santiamén a mi casa para jugar un rato. Luego tendríamos que hacer la tarea. ¡Al diablo la tarea! Yo solo quería cogerme a Paola.

Tiramos nuestras mochilas y nos besamos de cabo a rabo. Luego nos desvestimos y la excitación nos empujó hacia la cama para hacer cosas pervertidas. Seguía sintiendo que había olvidado algo.

Ella quedó boca arriba y yo encima de ella. Le acaricié los senos y la masturbé unos momentos, lamiendo los bordes de su vagina. Luego, ella hizo lo mismo. Paola también quería cogerme, así que se puso el dildo con correa. Yo me reí de nerviosismo, porque tenía miedo de que me penetrara.

Después me senté en su cadera. El pene de goma se introdujo completamente en mi parte íntima. Solté un quejido por los nervios. Acto seguido, comencé a tomar la iniciativa como siempre. La agarré de las caderas y me moví haciendo círculos para conseguir placer.

A horcajadas fuimos trabajando el placer que fue subiendo en intensidad y yo quería reprimir los gemidos, pero era imposible, porque ella sabía cómo cogerme.

—¡Ay! —Me quejé y me tapé la boca.

A los pocos minutos, ella siguió empujando el pene y el placer me hizo gritar. Hubo gritos y risas, pero cuando ella se ponía intensa mi orgasmo se acercaba cada vez más. Estaba tan excitada que solo necesitaba una cabalgada para venirme.

Paola siguió cogiéndome sin detenerse y yo estaba a nada de llegar al clímax. En ese preciso instante el nombre de Abraham llegó a mi mente y recordé lo que tenía decirle. Pero antes de decirle a Paola que se detuviera, sentí algo fuerte.

—Paola, yo... Ahh... Hhh... Hhh.

Microfalda ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora