De inmediato me senté junto a Paola y la miré con extrañeza y enojo. Ella cruzó las piernas y luego sonrió con timidez. Antes de que llegara el profesor, alguna de las dos debía decir algo, porque el silencio se hacía incómodo.
—Ailyn... —dijo ella en voz baja.
—Paola, ¿qué haces? —repliqué.
—¿Nada?
—¿Cómo que nada? ¡Estabas con las piernas abiertas!
—Un poquito...
—¿Un poquito? ¡Pero si estabas mostrando el Triángulo de las Bermudas!
—Creo que estás exagerando, Ailyn.
—Yo no estoy exagerando. Te vieron hasta el alma, seguro.
—Fue un descuido y no me mires así.
—Hasta yo te vi y sé perfectamente de qué color llevas.
—No lo digas en voz alta —susurró y bajó la cabeza.
—Ailyn, llevas una microfalda...
Abraham ya estaba en el curso y en su cabeza seguro ya había registrado el color de las bragas de mi amiga.
Las clases empezaron y todos se callaron ante la explicación aburrida del profesor de religión. No pude concentrarme debido a esa escaramuza con Paola. Sentí remordimiento.
En el recreo, Paola y yo teníamos planeado jugar fútbol con las chicas del curso. Antes de eso, ambas hablamos en el patio.
—Ailyn, no me gusta que peleemos —dijo ella con tono de reconciliación.
—A mí también, me siento cómoda.
—Okey, te perdono.
—¿Me perdonas?
—Sí, no perdamos tiempo que tenemos que jugar fútbol.
—Tú empezaste, Paola..
—¿Yo? Si mi falda se subió al sentarme y un descuido lo tiene cualquier alumna.
—¡Sí, claro, y se convirtió en microfalda!
—¿A dónde quieres llegar?
—¿No será que lo haces por alguien?
—¿Qué? No sé de qué hablas...
Me puse de cuclillas a su falda y dije:
—Bonita falda, tú no tienes la culpa, alguien no respetó tu tamaño...
—Eres una paranoica, Ailyn.
—¡Epa! Eso no me lo esperaba.
—Mira, Ailyn, tengo que ir a jugar.
—Está bien. Ve tú.
—Okey.
Suspiré y me levanté segundos después. La vi jugar enojada. Jugar con falda creo que no era muy cómodo.
Me dirigí al baño, pero en el camino me encontré con Pepe, mi compañero tartamudo y chismoso.
—¡Pepe! —Lo encaré con ímpetu.
—¿Qué, qué violencia es esta?
—Tú sabes algo de Abraham y me lo vas a contar.
—Yo no sé nanada de ese cocojudo.
—¡Tú eres la reina del chisme en este colegio!
—Es, está bien... Pero solo si sasales coconmigo...
Boté a Pepe al recordar una frase que salió de la boca del mujeriego de Abraham.
ESTÁS LEYENDO
Microfalda ©️
Dla nastolatków¿Te has preguntado qué podría arruinar una amistad perfecta entre dos chicas pervertidas? Contenido para adultos.