Oficialmente Paola era mi novia. Lo recuerdo como si fuera ayer, aunque fue hoy. Ella vino y se me declaró antes de que yo lo hiciera, luego del malentendido con Abraham. Ese chico no tenía intenciones con ella y ella no le correspondía. A ese patán le gustaba otra chica, cuyo nombre no sabía ni me importaba.
Así pues, a la mañana siguiente Paola durmió en mi cuarto y juntas nos levantamos, nos bañamos y desayunamos. Luego, nos vestimos para ir a la escuela. Uniforme bien impecable. Falda normal hasta las rodillas o tres dedos por encima y nada de microfaldas hasta llegar a casa.
Sé que Paola tenía bonitas piernas, pero con una falda de vuelo, como la del colegio debía tomar precauciones. A no ser que viviéramos en Japón, porque allá las chicas pueden con la falda diminuta sin tener ningún problema y los chicos son muy respetuosos.
Llegamos al colegio y entramos a la clase de matemáticas. Ya estaba la mayoría, incluso Abraham, Pepe y los demás. Paola estuvo más cerca de mí. Todo iba muy bonito, hasta que tocó el timbre.
Al salir al recreo me pareció escuchar mi nombre. Pepe y unas alumnas parloteaban cerca de unos arbustos. No le tomé importancia y seguí mi camino.
La mañana se fue en un pestañeo y a la salida, Paola y yo fuimos a agarrar el autobús sin antes recibir un golpe de viento. En el trayecto recordé que tenía mucha tarea por hacer, pero Paola prometió que me ayudaría. La amaba con toda mi alma.
Al llegar a mi casa, nos pusimos a hacer la tarea como buenas alumnas... Realmente no, estábamos teniendo relaciones sexuales otra vez. Yo encima de ella, jadeando como loca.
Esta vez lo hicimos duro, porque ella quería ver mi cara de sufrimiento y lo disfrutaba. Yo igual la de ella, pero no quería matarla de placer. Yo ya estaba muy excitada y eso le gustaba al orgasmo.
Cabalgando encima del pene no era bueno para las paredes. Pero leí que un orgasmo incrementa las posibilidades de embarazo. Luego recordé que lo tenía dentro era un dildo, que no me iba a embarazar.
Y así Paola me hizo gemir con movimientos impetuosos que no me daban un respiro. La cama rechinó y pensé que se iba a destrozar.
Antes de que me hiciera llegar, Paola se detuvo justo antes de que yo viera estrellas. Creo que a ella, mis gemidos le asustaron. Así que cambiamos de roles. Lo fuerte estaba por venir.
Ahora Paola fue mi pasiva y era mi turno de ver su cara de sufrimiento por su miedo al orgasmo. Ningún gemido de ella me hizo detenerme ni siquiera aquel extraño momento en el colegio.
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Microfalda ©️
Roman pour Adolescents¿Te has preguntado qué podría arruinar una amistad perfecta entre dos chicas pervertidas? Contenido para adultos.