7- ¡No juegues conmigo!

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Ya ni siquiera me importaba, me había perdido en la oscuridad, entre el horroroso país de las Shadows y la cruel realidad, solo sabía una cosa. Me quería muerta.

El Ángel Negro se había ido, la Joker esperaba ansiosa mi caída, Sebastian estaba a mi lado, tal vez preocupado, no lo sabía, Sally solo observaba y Knife le daba fuerzas a la Joker, todo era un caos, después de todo, lo relacionado conmigo era un caos, un desastre.

Todo se había terminado, ya nada iba a ser igual, mis dos mejores amigas estaban ya relacionadas con el mundo tan sádico en el cual yo desde los siete años o tal vez antes me había encerrado.

Sentí como mi cuerpo volvía a la realidad, en ese momento me acorde de algo sumamente importante. El país de las Shadows y la realidad tenían tiempos diferentes, a causa de que eran mundos paralelos; diez minutos en aquel país eran dos años en la realidad. La desventaja es que el cuerpo envejecía esos dos años, así que yo ahora tenía dieciséis años, y mi cuerpo se veía como tal, aunque tuviera el pensamiento de una chica suicida de catorce años.

Empezaba una nueva vida, con o sin algunas personas, y a mí nunca me gustaron los comienzos.

*Narra Hirari*

-¡Sebastian! ¡¿Por qué diablos son las siete y media de la mañana?! ¡Voy a llegar tarde al instituto y el es primer día de clase idiota! ¡Además tu también vas!- Grité desde la habitación del fondo, Sebastian, mi compañero de casa estaba en la habitación de enseguida. Escuche un estruendo, se había caído de la cama.

Habían pasado dos años desde el encuentro que tuve con la Joker y el Ángel Negro, en realidad, para los que estuvieron presentes fueron como quince minutos antes de levantarnos en nuestras habitaciones. En esos dos años no-sabía-porque me había mudado con Sebastian en una casa bastante sencilla pero mi “buen sentido de la moda” –según Sebastian- hizo que quedara mucho más arreglada.

Mis amigas estaban viviendo a dos casas de distancia, vaya sorpresa.

-¡¿Pero qué...?! ¡Hirari! ¡Te he dicho mil veces que no coloques tus zapatos regados por la maldita casa! ¡Me vas a hacer matar!- Respondió enojado, escuché como una puerta se abría rápidamente y golpeaba la pared, suspire pesadamente. Maldito y condenado Sebastian.

-¡¿Tienes dinero para arreglar la puta puerta si se llega a dañar subnormal?! ¡No voy a dar un solo peso para eso!-

-¡Como si dieras dinero para algo!- el sonido de una cortina correrse y el sonido del agua viniendo del baño de Sebastian me hicieron entender que ya se estaba duchando.

-¡Pero...!- no podía responder nada, era cierto. Nunca daba dinero para un rábano.- ¡Con mi presencia es suficiente, además yo cocino lo que te tragas todo el día y organizo toda la casa!- salí del baño mientras escogía la vestimenta que iba a utilizar. Agarré lo primero que se me vino a la mente; Una camisa verde menta con cuello bandeja, caía hasta un poco más arriba de mis muslos, un short negro que no se veía mucho a causa de mi blusa, medias hasta mis rodillas, una de rayas horizontales de color blanco y azul cristal y la otra con las mismas líneas pero esta vez de color negro y verde esmeralda, tenis negros con cordones blancos, los cuales eran aquellos que me llegaban cuatro dedos por encima de mi tobillo, no me acordaba como se llamaba ese estilo.

-¡Y te agradezco eternamente que cocines delicioso!- gritó desde la otra habitación. Mis mejillas se enrojecieron y sonreí tontamente, aunque no lo quisiera creer, era lo más lindo que me habían dicho en mi vida.

-¡Cállate que ya vamos tarde!-

Cuando me termine de vestir, fui hasta mi tocador, no tenía tiempo de cepillar mi cabello, así que busque una cinta negra y otra verde menta, las uní, peiné rápidamente mi enredado cabello y la até en una vuelta, los lazos sueltos caían hasta mis hombros, lo acomode hasta el lado derecho de mi cabeza. Perfecto.

★Illuminated ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora