Extra 2.

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Extra 2. 


Así que en verdad lo hacemos; nos mudamos juntos.

Decidimos quedarnos en el apartamento que era de los hermanos Eriksen, tenemos muchos recuerdos en este lugar y por ende lo apreciamos. No hay verdadero motivo para buscar otro.

Por lo tanto, Darik y yo tomaremos la habitación que era de Brayden. La única vez que entré aquí fue cuando me quedaba por el tiempo de la tragedia, me permitió dormir en su cama mientras él dormía en que su madre. Era un lugar ordenado y de un color gris monocromático; ahora es un desastre de cajas casi vacías, decoración distinta y las paredes de beige.

—Esta es la última —informa Darik dejando la caja a mi lado.

Asiento, guindo la hoja donde están las reglas para nosotros dos detrás de la puerta, la enmarcamos y ahora podemos verlas muy bien. Las de las reglas para los tres está en la sala.

—Ordenaré el estante de libros —le digo abriendo otra caja—. Los míos irán arriba y los tuyos abajo.

—¿Por qué? Soy alto, inclinarme tanto me perjudicará la espalda.

—Yo también soy alta.

—¿Entonces por qué debe ser en ese orden? —inquiere con las manos en la cadera.

—Mezclados se verá mal—argumento con los brazos cruzados—. Deben verse estéticamente bien y fácil de hallar. Así no me perderé en tus libros de historia, y tú no te perderás en los de romance.

—Podemos dividirlos de lado a lado, y no de arriba a abajo. Nos beneficia a ambos —sugiere, estoy por replicar pero él señala el acuerdo en la puerta—. Regla 8, equilibrar nuestros gustos y el beneficio de ambos en decisiones básicas.

—Touché —mascullo alzando las manos—. Bien, dividirlos de lado a lado. El punto medio pueden ser los libros de Jane Austen.

—Perfecto.

—¿Puedes hacer algo de comer? Tengo hambre —pido dejando el tema atrás.

Darik se va a la cocina y yo me quedo a seguir acomodando. Empiezo de inmediato, ordeno ambos a la vez para que quede bien; voy por la segunda fila, en su mitad, cuando tomo un libro y de este cae hojas.

Me agacho para recogerlas, pero me detengo al ver mi nombre escrito en una que cayó semiabierta.

—¿Qué es esto? —murmuro a la nada.

La abro, toda la hoja está rellena, y la fecha que indica al inicio es de hace años, como dos. Reviso las otras que resulta tienen mi nombre también; las ordeno por la fecha y me siento en el suelo a leerlas.

La primera es de hace casi cinco años, el día de mi despedida.


Adara,

Acabo de llegar del aeropuerto, estoy en mi escritorio con la viva imagen de tu espalda perdiéndose dentro del avión. No pensé que un despegue me dolería tanto como aquél.

Pero no hago esta carta para expresar mi dolor, la escribo con un sentimiento más importante.

En primer lugar, ¿una carta? Sí, porque sé que te hubiese gustado recibir una carta a la antigua, cuyo motivo sea expresión de amor. El motivo de esta es el mismo solo que tú jamás la leerás. Lo siento, porque es mi culpa.

En segundo, ¿recordarías todos los eventos históricos que te he contado? Lo dudo, pero no es el punto.

Cada evento desencadenó una fila de consecuencias, de reacciones y otros eventos. ¿Sabe cuál es un evento importante para mí? El día que me pateaste. Lo sé, no te gusta recordarlo. Pero curiosamente a mí sí, no solo para molestarte, sino porque ese preciso momento desencadenó una fila de eventos importantes.

Un Viejo Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora