Prólogo

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Prólogo

"No importa cuanto lo intentes, no puedes cambiar el destino..."

"Eso no lo decides tú."

. . .

En una tranquila ciudad en Japón, el llanto de una bebé resonaba entre un mar de fuego.

Tres criaturas hambrientas de sangre divina buscaban a aquella pequeña presa que debían eliminar. El llanto los guío hacia su indefensa cena, quien inconsciente del peligro, lloraba por su madre o alguien que la consolara.

Una de las criaturas se acercó a la bebé, mostrando sus afilados colmillos con un gruñido profundo.

La niña detuvo su llanto, tal vez dándose cuenta del peligro en el que estaba. Miro a la criatura la cual parecía venida del mismísimo inframundo, sus ojos esmeralda brillaron oro un segundo— de forma casi imperceptible.

Una de las criaturas se acercó a la cuna, dónde la pequeña residía, con intenciones de acabar con su vida. Pero antes de que sus dientes atravesarán su tez bronceada, el cuerpo de la niña brillo y la temperatura subió de un momento a otro.

La criatura se alejó rápidamente al sentir el calor, gruñendo ante aquella muestra de poder.

Pero, a pesar del poder divino que dormía en ella, la pequeña seguía siendo una bebé. No podría contra un grupo, no ella sola.

Las criaturas se prepararon para volver a atacar, está vez en grupo, mas se detuvieron súbitamente.

...Una presencia divina se reveló en el lugar.

Una diosa entró a la habitación, a pasó calmado, su mirada se posó en las ruines criaturas; quienes retrocedieron un pasó, intimidados por la presencia celestial.

La diosa avanzó confiada, no había miedo ni duda en su andar.

Las criaturas retrocedieron más, gruñendo en un vano intento de intimidar a la deidad.
Hasta que finalmente huyeron, sabiendo que no había nada más que pudieran hacer.

Siempre podrían volver.

Los ojos de la diosa fueron hacia la pequeña semidiosa, quien se tambaleó para levantarse en en su cuna y mirar a la diosa frente a ella con curiosidad, tomando las orillas de la cuna como refuerzo.

La ropa y parte de las mantas que la cubrían anteriormente ahora llevaban marcas de quemaduras. En ellas, la diosa notó un bordado en hilos dorados, Helisto.

El sonido de sirenas se oyó a lo lejos, y por más que parte de la diosa quisiera llevarse a la bebé, sabía que la mejor decisión era dejarla con los humanos, su gente.

Se alejó a un edificio cercano, observando a mortales luchar contra el fuego sólo para descubrir un cadáver y a una bebé.

"Que haces aquí, Afrodita?" A sus espaldas, una voz con furia reprimida llamó su atención.

La diosa río, "Que hago aquí? Oh, no mucho... Solo salvando la vida de tu pequeño sol... Apolo"

Dicho dios frunció el seño, acaso había escuchado bien? La 'gran diosa del amor' había bajado de su cómodo lugar en el Olimpo para salvar a una pequeña semidiosa? "...Supongo que no fue para hacer tu buena acción del día, o me equivoco?"

"Tal vez, tal vez no... " Afrodita se rió entre dientes, había un brillo peculiar en sus ojos. "Lo haz visto, no? Esa niña tiene un futuro prometedor... Qué desgracia hubiera sido que yo no hubiera llegado a salvarla. Verdad, Apolo?"

El dios solar suspiró, encontrando su respuesta entre aquellas palabras, "Qué es lo que quieres?"

Una sonrisa se posó en los labios de Afrodita, una sonrisa encantadora que enamoraría a mortales e inmortales por igual, "La quiero a ella."

. . .

En algún otro lugar, alguien observaba. Pero no le dió atención alguna al par de deidades olímpicas, ellos no le interesaban en lo más mínimo... No, su visión estaba enfocada en la bebé qué lloraba en los brazos de algún héroe.

Lo concidero por un momento; pero por más que lo analizo, llegaba a la misma conclusión. No pudo haberse equivocado.

Era ella...

Era ella a quién el destino ya había marcado desde antes de haber nacido, era ella a quién la vida iba a golpear dónde más le doliera, y lo más importante... Era ella quien sería el factor decisivo en la guerra que estaba por llegar.

Hija del Sol || BnhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora