7: El de la tarde juntos

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Me paso la mitad del camino pensando posibles nombres para mis gatitos, preocupada por si estarán bien o les faltará algo

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Me paso la mitad del camino pensando posibles nombres para mis gatitos, preocupada por si estarán bien o les faltará algo. La otra mitad disfruto del aire cálido rozando mi piel y procurando que el tirante del vestido no se me baje, es un poco grande y la tela es muy sedosa, ¿de dónde lo habrá sacado?

Cojo mi teléfono y empiezo a teclear para mandarle un mensaje a Clara. Luego abro la aplicación de citas y me meto en el chat del chico con el que he estado hablando estos últimos días para ultimar los detalles de la cita, Diego. Cuando vi que la app le recomendaba como un posible candidato que encajaba con mis gustos, no se me ocurrió hablarle. Al menos no de primeras, pero empecé a beber vino, inspeccionando aquel nuevo mundo ante mis ojos y, finalmente, él acabó siendo la elección más adecuada. Desde entonces hemos estado hablando de todo tipo de cosas, desde viajes hasta dulces. Me cae bastante bien.

—¿Qué colonia usas? —pregunto, tapándome la nariz. Hemos llegado al sitio y estamos esperando en los asientos del vestíbulo. El olor es tan fuerte que me tengo que apartar—. Deberías denunciarlos.

Enzo se ríe y me ignora. Sigue leyendo la revista que tiene entre las manos de hombres empresarios, menudo aburrimiento. ¿Tendrá algún tema de conversación más allá del trabajo?

—Eres muy mala compañía, que lo sepas —vuelvo a hablar y me cruzo de brazos, apoyando la espalda sobre el acolchado respaldo—. ¿Estarán bien Yin y Yang?

Me mira con el ceño fruncido y deja la revista sobre sus piernas.

—¿Quiénes son?

—¡Los gatitos! Se me ha ocurrido llamarlos así.

—¿Por qué? —pregunta y se acerca, interesado.

—Uno es blanco y otro es negro, son como polos opuestos que se atraen —le explico mientras sus ojos verdes me atraviesan. Que deje de mirarme así, por favor.

Le mantengo la mirada, esperando intimidarle y que la aparte, pero justo llega la recepcionista y nos indica que podemos entrar en la sala. Soy la primera que se levanta, caminando a paso acelerado por el pasillo. Al fondo se encuentra un hombre que nos invita a entrar, esbozando una sonrisa. Dentro hay tres personas más: un hombre asiático y un hombre y una mujer que parecen ser pareja, porque están dados de la mano. Hablan en italiano y en inglés-

—¿Cómo estás llevando las citas? —me pregunta la mujer con interés.

Miro a Enzo y luego al resto. Me pongo recta, dispuesta a contarles todo, cuando noto que la pierna de Enzo roza la mía.

—Mejor de lo que pensaba.

¿Eso ha salido de mi boca? Dios mío, ¿quién soy? ¿Me han poseído?

Enzo sonríe y los inversores nos felicitan.

No estamos mucho tiempo dentro, ya que simplemente quieren saber lo que estamos haciendo para crear la publicidad y poder atraer a un mayor número de clientes. La idea de que sea yo la que pruebe la fórmula les encanta. La mujer admite que está muy enganchada al blog donde suben mis informes y se ríe al recordar la última cita, el de los muffins y el picante. Me sorprende que Enzo lo haya puesto tal cual lo escribí.

La fórmula perfecta © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora