13: El de la pelea

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Clara ha convencido a Melissa para que me recoja en coche

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Clara ha convencido a Melissa para que me recoja en coche. Es muy tarde ya, así que se va a quedar a dormir. Hemos decidido hacer una noche de chicas como hacíamos antes de verano, a pesar de tener que trabajar mañana. Al menos es el último día de trabajo antes del fin de semana.

Saludo a mis pequeños y me meto en la ducha. Los viajes siempre me dejan agotada. Cuando acabo, escucho mucho barullo. Me imagino que están moviendo el colchón de la habitación de Clara para dormir las tres juntas en el salón. Ellas suelen dormir en la cama de matrimonio y yo en el sofá. Una vez se quejaron de que me movía demasiado y las despertaba.

—¿Te queda mucho? —me pregunta Melissa, acercándose a la puerta.

—Me peino y salgo —respondo, cepillándome el pelo. Apenas tengo nudos, el nuevo champú es una maravilla.

Me he dejado el pijama en la habitación, así que me enrollo bien la toalla y abro la puerta. Nada más salir, me encuentro con la cara de circunstancia de Clara.

—¿Qué te pasa?

Hace un poco más de frío fuera y se me eriza el vello. Las dos se han puesto muy tensas en un momento y me pregunto qué habrá pasado. Entonces, Melissa señala la puerta de mi habitación y la devuelvo una mirada de confusión.

—Ah, ¡ya has salido! Genial, ¡perfecto! —Enzo aparece tras ella en un estado bastante alterado. Se queda mirándome de arriba abajo y camina hacia mí—. ¿Podemos hablar?

Le observo, perpleja. Cuando paso junto a él para meterme en mi habitación ya no huelo esa colonia que tantos dolores de cabeza me ha traído, sino a algo más fuerte. Whiskey. Cierro de un portazo y le dejo en el otro lado, con las chicas.

—No sé qué haces aquí, pero no te quiero ver —respondo, intentando no alzar la voz demasiado. Pongo el cerrojo y me deshago de la toalla para cambiarme.

Golpea la puerta con insistencia y oigo cuchichear a mis amigas. Yang se ha despertado y camina hacia mí para ver qué es lo que ocurre.

—Es urgente —añade él, esta vez sin levantar la voz.

Decido abrir.

—¿Es sobre el trabajo?

Yang sale, rozándole la pierna. Creo que está diciendo que le gusta, aunque todavía no entiendo muy bien el idioma gatuno. Enzo no se aparta, incluso le acaricia el lomo. Luego me vuelve a mirar y asiente, apoyado en el marco de la puerta.

—Entonces hablarás con las tres —resuelvo, cogiendo a Yang para sentarme con él en el sofá, pero se marcha en cuanto le suelto y corre hacia la habitación, volviendo a rozar a Enzo.

Él resopla, pero no se mueve de donde está. Creo que ha encontrado la manera perfecta para no caerse. Tiene una borrachera que no puede con ella y se nota también en cómo arrastra las palabras, aunque intenta mantener la compostura.

La fórmula perfecta © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora