Capítulo 10: el final

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Las luces de la casa encendidas dieron a Concetta la señal de que su marido había llegado de su viaje. Sonrió de manera sádica limpiándose la sangre de las manos contra el vestido, rojo también, antes de bajar del coche y acomodar el estuche de la daga familiar en su muslo.

Miró alrededor desde el recibidor y una de las empleadas se acercó, indicándole que Valente se hallaba en su despacho, eso daba tiempo a la mujer para cambiarse y prepararse.

Miró alrededor desde el recibidor y una de las empleadas se acercó, indicándole que Valente se hallaba en su despacho, eso daba tiempo a la mujer para cambiarse y prepararse

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Dolcezza, ya creí que no llegarías—Valente levantó la vista de los documentos para encontrarse con su hermosa dama, enfundada en su bata de seda roja.

—He salido a unos recados, amore—ella caminó hacia el escritorio para sentarse sobre su regazo—. Pero ahora ya estoy lista para ti.

Valente tiró suavemente del lazo de la bata y Concetta movió los hombros para dejar que esta cayera sobre la mesa, rebelando la magnífica lencería roja.

—¿Te has puesto sexy para mí, principessa?

Montagna se levantó de la silla, dejando a Concetta sentada sobre el escritorio y hundió su nariz en su cabello, aspirando el perfume. Ella hizo su cabeza a un lado para dejarle espacio mientras él besaba y mordía la piel, dejando suaves marcas hasta sus clavículas. Se arqueó al notar como las manos callosas le rozaban la espalda en busca del cierre.

—No, aquí no, mio re.

Las empleadas ya se habían retirado, por lo que Concetta no se molestó cuando Valente la llevó en brazos hasta el cuarto, cruzando todo el pasillo. Se dejó hacer mientras el hombre le refregaba la erección cubierta contra las braguitas, aumentando el calor que sentía.

A Concetta le gustaba llevar las riendas en la cama, siempre fue dominante y aunque sabía que Valente era dominante nato y ella siempre fue su sumisa, lo ponía a tono verla dominante, verla empoderada y rebelde, domando la situación.

Acarició su espalda sin vergüenza, soltando poco a poco el cierre del sostén mientras besaba su cuello. Concetta cerró sus ojos, disfrutaba del toque de los labios de su esposo igual que disfrutaría de tomar la venganza que le correspondía.

—Tus senos siempre serán mi parte favorita de tu cuerpo—el hombre recorrió el contorno de sus senos dejando suaves besos, casi como una caricia.

Concetta estaba poco acostumbrada a que Valente fuera suave en los preliminares, siempre era sucio y rudo, haciendo felaciones agresivas y dejándola al borde de un orgasmo potente cuando la estimulaba. Pareciera que aquellos meses alejados le habían vuelto más mimoso de lo habitual o quizás era su forma discreta de disculparse y pedirle clemencia.

La hizo sentir una reina. La penetró tan suave como Concetta nunca recordaba, le hizo el amor susurrándole al oído cuánto la amaba, mientras la hacía llegar al clímax en medio de profundas y lentas estocadas.

Tradimento [I & II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora