PRIMERA PARTE:
Uno de los principios de la mafia italiana es "nunca traicionar a tu esposa". Si eres capaz de traicionar a quien confía en cerrar los ojos y dormir a tu lado, no eres digno de la confianza de nadie.
Valente Montagna era considerado u...
Concetta Adesso se vio sobrecogida al ver a su pequeña hijita vestida por fin de blanco, lista para caminar hacia el altar. Ya no era una niña, por fin era una mujer. Sin duda, Diletta había heredado la belleza de su madre y el ingenio de su padre, Valente Montagna. Una hija de la mafia en toda regla. Una que había dejado de ser una reina fría y dura a la altura de su puesto de caporegime (1) para convertirse en una princesa de blanco en el día más importante de su vida.
A sus cortos diecinueve años, Diletta había sido entrenada como una soldado más por su padre para heredar sus negocios, comenzando desde el nivel más bajo. En el terreno de los negocios, Diletta no era una Montagna, era la Caporegime Angioli, en honor al apellido de su abuela materna. Era una mujer capaz de adentrarse en el banco más fuerte pistola en mano y llevarse una buena decena de millones de euros en metálico, una capaz de asesinar a sangre fría y sin remordimientos. Pero en aquel momento Diletta no era la niña que jugaba con pistolas, era la pequeña princesa de papá a punto de casarse de blanco.
Concetta recordaba en aquel momento la primera vez que sostuvo a su pequeña hija en brazos cuando nació, toda sonrosada y arrugada.
—Bienvenida al mundo, Diletta...
Un mundo cruel, lleno de pistolas, drogas y peligro. Un mundo al que sus padres la exponían sin remedio día tras día.
Recordaba que se prometió a sí misma no involucrar a la niña, hacerla pensar que vivía en una familia promedio, y permitirla hacer todo lo que una jovencita normal haría. Pero Diletta no era tonta y apenas su padre le contó quienes eran realmente, no lo pensó dos veces antes de lanzarse al negocio.
Ella se arrepentía, día tras día, sabiendo lo duro que era ser perseguida por la policía, tener que permanecer oculta en las sombras, sin vivir como una pequeña normal por la fama de sus padres. Pero aquello no parecía importarle a la niña, quien se veía feliz colmada de lujos que ella misma ganaba saciando las ansias de poder que había heredado del magnate de su padre.
La vida de la pequeña Diletta cambió cuando se encontró por primera vez con una pequeña niña de cabello rubio saliendo de la sala de reuniones de su padre en compañía de una mujer, completamente diferente físicamente a ella. La niña se le quedó mirando fijamente apenas un instante antes de que la mujer la arrastrara por medio del pasillo. La pequeña Kira había quedado completamente prendada de una joven Diletta de cabello castaño y profundos ojos negros. Volvieron a verse, en muchas ocasiones, mientras crecían, debido a las relaciones comerciales entre Montagna y Praskovia Vinogradova, la mujer que cuidaba de Kira.
Y finalmente aquel día se unían en matrimonio. Un matrimonio lleno de amor disfrazado de matrimonio de conveniencia, que unía una el crimen organizado de Italia con los grandes del crimen organizado ruso.
Diletta entró en la amplia terraza del hotel Ponte Sisto de Roma del brazo de su padre, caminando por una hermosa alfombra blanca que la llevaba al altar, donde su madre y futura esposa esperaban. A Concetta le costaba mucho contener las lágrimas, su pequeña se veía magníficamente hermosa.
—Brigadier (2) Voronina—pronunció su padre tomando la mano de su nuera—. Bienvenida a la familia.
—Don Montagna, no le defraudaré—respondió la joven.
Kira tomó el cuchillo que yacía sobre el altar, junto al dibujo de una calavera grabado en un pañuelo, y se lo acercó a los labios, hiriéndose, y dejó que el rojo líquido cubriera el bordado. Diletta tomó las manos de Kira, pronunciando el código del hampa. Aquella ceremonia no solo las unía como matrimonio, sino que también las sumergía en el mundo de la otra de manera oficial. Si alguna se atrevía a romper la promesa que estaban jurando en aquel preciso instante, la muerte sería lo menos terrible de entre las cosas que la banda contraria podría hacerle a la otra.
—Yo las declaro en oficial matrimonio—sentenció el juez, conocido de Valente, finalizando la ceremonia.
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El comedor estaba adornado con rosas blancas sobre las mesas y bordados de encaje adornando las sillas. Las esposas fueron recibidas entre una lluvia de pétalos rosados en su camino hacia la mesa presidencial. A un lado de ellas se sentaron Valente y Concetta y al otro Praskovia, los familiares más directos de las recién casadas. Pronto el comedor se llenó de grandes criminales, importantes de las bandas de delitos organizados y empresarios aliados del clan Montagna y del clan Vinogradov. Las jóvenes fueron el centro de atención en el vals, abrazadas en el centro de la pista, escuchando cada una de las notas.
—Se ve preciosa—Concetta se recargó abrazando el brazo de su esposo mientras se balanceaba al ritmo de la música. Se giró hacia él cuando no escuchó una respuesta de vuelta y se fijó en el masculino perfil del hombre, que no prestaba atención a su entorno, sino que parecía absorto en algo que le llamaba la atención tras la ventana—. ¿Te ocurre algo?
—No, cariño—Valente besó discretamente su frente.
Si algo había aprendido Concetta durante su matrimonio era a no fiarse completamente de las palabras o expresiones de su esposo. Valente vivía gran parte de su tiempo con una expresión seria que escondía una montaña de emociones y Concetta había logrado profundizar en él lo suficiente como para saber qué pasaba por su cabeza... y estaba consciente de que lo que fuera que estaba ocurriendo en aquel momento no era bueno.
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Valente trazaba dibujos imaginarios con la mirada uniendo las estrellas que decoraban el oscuro cielo de Roma mientras pensaba en su vida. Un gran peso se cernía sobre sus hombros y un nerviosismo impropio de él lo carcomía por dentro.
—Tradimento...
Notas:
(1) Teniente o capitán en términos de la mafia italiana. Dirige a un grupo de soldados siguiendo las órdenes de sus superiores.
(2) Intermediario en términos de la mafia rusa.
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