Desde luego, que había preguntas. Siempre había preguntas. Y cuando dejo de llorar, Jeannie trato de responderlas. No, no sabía el nombre del pasajero del ascensor. No, no sabía como había logrado romper la escotilla cerrada con llave y levantarla varios metros hasta la seguridad. No, no sabía como había logrado forzar las cerraduras para abrir las puertas. No, no necesitaba ver a un doctor. No, no podía identificar el cuerpo —cuando lo encontraran— porque nunca vio su cara. No, no y no. Supuso que podía simpatizar con la administración del edificio. Una semidesnuda, histérica mujer burla la muerte en su edificio y ahora solo quería ir a casa… desde luego detestaban dejarla ir. Tuvo la oportunidad de decirles lo que él le había hecho, como la forzó — incluso había un abogado en el cuarto para tomar su declaración (el asesor jurídico corporativo de la administración del edificio, indudablemente listo para suplicarle que no los demandara)— pero no podía hacerlo. Aunque la había asustado y usado, no podía poner cargos contra él. Si el precio por su vida era sexo forzado y un placer que le entumeció la mente, podía contarse muy afortunada. Vio a un doctor por su insistencia, un doctor que levanto las cejas al ver los jirones de su arruinada ropa, pero no dijo nada, un doctor que podía decir que recientemente había tenido relaciones sexuales, pero después de sus rudas respuestas a sus cuidadosamente expresadas preguntas, no dijo nada a los otros. Probablemente asumió que estaba en mi naturaleza buscar revolcones en los ascensores, pensó ella con cinismo, y al pensar en su compañero de «revolcón», aplastado y muerto, casi empezó a llorar de nuevo. El doctor trato de insistir que se quedara una noche en el hospital, pero ella se había mantenido firme. Así como las montañas se mantenían firmes. No se quedaría, pasaría la noche en su cama, gracias ¿Podría alguien llamar un taxi? Le dieron un bono de taxi; su bolso estaba en el fondo del hueco del ascensor, junto con su cartera, su tarjeta del cajero automático y sus tarjetas de crédito… y su violador/salvador. El taxi llegó. Ella entró. El taxi la dejo en su casa. Bajo del taxi. Entró en su casa. Se quito la ropa. Se duchó durante mucho tiempo. Lloró durante un tiempo más largo.
Tres semanas más tarde, en torno al momento que advirtió que su periodo estaba retrasado, su martirizado violador/salvador, se presentó en su puerta.
Este es el 4to capitulo ojala les halla gustado :) comenten plisss!!!!
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Prisionera del amor
RandomAtrapada en un ascensor, Jeannie Lawrence no estaba dispuesta a experimentar el placer a manos de Michael Wyndham. Nunca esperó que ese hombre diabólicamente apuesto volviera a aparecer en su vida, ¡o que resultara ser un hombre lobo! ¿Aceptará ella...