capitulo 16

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Jeannie habló con un bocado de chocolate. —¿Qué quieres decir con que todos se van? Moira había hecho la cama, a pesar de las protestas de Jeannie de que «ella no necesitaba a una criada, maldición». Ahora ella estaba limpiando los platos del almuerzo de su amante, y alzó la vista.  —Sólo las hembras, mi señora.  —¿Por qué?  —Como usted no nos quiere aquí —dijo ella simplemente. —Pero nunca dije… además, Michael es el jefe de vuestra gente, no yo.  —La hembra alfa ha expresado la angustia a su compañero de lo que piensa sobre nosotras esta tarde. Así, que nos marchamos. —Moira se encogió de hombros—. Simple.  —Pero yo no soy la… —Por la mirada de Moira, Jeannie se arrepintió—. Bien, digamos que lo soy. Nunca le dije a tu gente que se fueran. Sólo se lo dije a Michael.  —El oído del hombre lobo —dijo Moira con una sonrisa—, es muy agudo. Además, podemos oler su tormento. No queremos añadirle esto.  —¿Realmente dejas tu casa esta noche? ¿Por mí? ¿Incluso aunque yo no lo pidiera?  Moira solamente la miró, algo cono, «sí, tonta». —Por supuesto —Jeannie dijo despacio—, podrías irte entonces yo no veo que tu no seas un hombre lobo.  —¿Después de que todo lo que ha visto? ¿Sentido? ¿Comido?  —Puf, no me lo recuerde.  —¿Usted todavía piensa que estamos locos? ¿La mitad de la ciudad? ¿Y cada uno en esta casa? ¿Y el padre de su niño?  Jeannie carraspeo. —Bien, no digo que no eres convincente... —Pero ella se retracto bajo la severa atención de Moira. —Bien. —Moira recogió la bandeja—. Como sea, nos marchamos. La veré mañana.  —¡Espera! —Ella saltó sobre sus pies y luchó contra el impulso de tomar a Moira de la manga como una niña—. Usted dijo que las hembras se marchan. ¿Y los hombres?  —Los «hombres» —ella dijo con sequedad—, piensan que deberíais lograr sobreponeros. Pero no iremos por ahí.  —¡No, —Jeannie gritó mientras Moira se retiraba—, ciertamente no lo haremos!—Ella le dio una patada a una almohada cruzando el cuarto. Hubo un golpecito en la puerta contigua, y Michael asomo su cabeza dentro.  —¿Seguramente no haremos qué? Y para de darle patadas a esa almohada que tiene cien años.  Jeannie, se doblo para recuperar la almohada, y la dejo caer como si estuviera caliente.  —Las muchachas se marchan todas —dijo ella en un tono de acusación. Él frunció el ceño.  —Sí. Me dijeron que lo harían. Ellas se han hecho completamente leales a ti en... —Él comprobó su reloj—. Setenta y dos horas.  —Pero los hombres no se marchan.  —No. —Viendo la confusión en su cara, él añadió—, las hembras harán lo que la hembra alfa quiera, y punto. Los machos harán lo que es mejor para ella. No siempre es la misma cosa.  —Fascinante. Realmente, quiero decir esto. —Ella bostezó teatralmente, y frotó sus ojos, sintiendo un repentino cansancio, sorprendentemente no tuvo que fingir. Entonces ella lo miró y dijo, sin vacilaciones, ni acertadas burlas—. Tengo miedo.  —Lo sé.  —¿Por qué tienes que sonar así? —ella preguntó de mal humor, frotando sus ojos otra vez—. Todo agradable y amoroso.  —Porque te tengo una gran admiración. No solamente, por como piensas o por tus encantos físicos. —Él hizo una pausa, luego dijo, tan francamente como ella le había declarado su miedo—. Te amo.  Ella se ahogó en medio de un bostezo, y lo contemplo con los ojos bien abiertos.  —No, tu no lo haces. —¿No? —Él sonrió, con aquella sonrisa lenta y atractiva que siempre le encantaba. —Tu solamente amas el modo que huelo. Michael, se razonable —dijo ella, tratando de parecer razonable ella misma—,no me conoces lo suficiente para que me ames. —Pensando con sorpresiva y vertiginosa alegría: ¡Él me ama! ¡Él me ama! —Sí, lo hago —dijo él causalmente. —Michael —ella dijo despacio, queriendo cruzar el cuarto y tocarlo, pero incapaz de hacerlo—, si realmente me amas, ¿por qué, por qué me avergüenza así?  —¿Vas s escaparte y encontrar a Gerald?  —¡No! —Ella gritó la palabra antes de pensarlo, luego se sonrojo acaloradamente—. Quiero decir, sí, tal vez, ¿qué sé yo?  —Por eso —él dijo simplemente. —No quise castigarte. Quise protegerte, pero quise que disfrutaras de ello. Lamento haberte asustado. —Para su asombro, ella vio que sus manos temblaban—. Odié cada segundo de ello — añadió él con fuerte énfasis—, pero yo lo haría mil veces si esto significara que te mantendría lejos de Gerald.  Hubo un corto silencio mientras ellos se miraban uno al otro.  —Um... ¿gracias? Supongo —refunfuñó ella. Él sonrió un poco.  —¿Estás cansada, cariño?  —No —ella lo dijo de un modo provocativo, pero sus párpados se sintieron ridículamente pesados—. Quiero seguir hablando de este llamado amor.  —Habla mientras te acuestas —dijo él, tomando su brazo y empujándola suavemente en la cama. Antes de que ella pudiera girar o sentarse, él se había resbalado en la cama detrás de ella, acurrucándose contra ella, estilo de cuchara. —No quiero dormir la siesta contigo —dijo ella, moviéndose contra él. —Si no dejas de moverte —advirtió él mientras su aliento le cosquilleaba el cuello—, no dormirás la siesta.  Ella se mantuvo quieta de todos modos, y bostezó otra vez. —Aunque seriamente. Por qué debería recompensarte por… —Él me ama, ella se recordó—. Oh esta bien, quédate entonces, —se quejó ella. —Mira si me importa. Su risa retumbando fue la última cosa que ella oyó.

Hola bueno chicas les cuento que la novela esta apunto de terminar espero que la estén disfrutando:)) voten y comenten porfavor

Prisionera del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora