Al menos, pensó Jeannie desagradablemente, no tengo que preocuparme de encontrar a alguien para la manutención del niño. Ella estaba en su cuarto de baño, mirando fijamente la doble línea rosada que, según aseguraban las instrucciones, significaba que estaba positivamente embarazada. Un asalto sexual después de estar sin un compañero durante tres años, y ella estaba auténtica y verdaderamente atrapada. Entre otras cosas, era problemático que el padre de su bebé hubiera estado un poco desquiciado. Era también problemático que estuviera muerto. Jeannie no tenía ni idea -ninguna en absoluto, ni una remota idea- acerca de que hacer ahora. Su mente, después de asimilar la doble línea rosada (un color tan inofensivo para un acontecimiento tan trascendental), se había cerrado, y el mismo pensamiento se mantenía circulando por su cerebro: ¿ahora qué? ¿Ahora qué? ¿Ahora qué? Hubo un golpe firme en la puerta y, enojada por la intrusión, fue a ver. Miró a hurtadillas por la mirilla de la puerta y vio a tres hombres grandes silenciosamente de pie al otro lado de la puerta. Estaban vestidos con trajes oscuros; el del medio era el más alto, con el pelo oscuro, y estaba franqueado por un rubio y un pelirrojo. ¿Qué diablos es esto?, se preguntó. Normalmente habría pedido al menos sus nombres antes de abrir la puerta, pero el shock de aquella doble línea rosada todavía gobernaba sus acciones, y ella abrió la puerta completamente. El del medio era casi suficiente para distraerla de sus noticias... él era, simplemente, uno de los hombres de aspecto más finos que había visto alguna vez. Era tremendamente alto, con un pelo negro bastante largo y ondulado que parecía espeso y sedoso; los dedos le picaron por comprobar si se sentía tan exuberante como lucía. Sus ojos eran de un extraño y magnífico color... las pupilas eran grandes y oscuras, los iris amarillo-dorado. Su nariz era afilada, y su labio inferior se torcía de una manera increíblemente sensual. Sus hombros eran ridículamente amplios; su abrigo estaba atado con correa a una delgada cintura. -Yuh... -Ella tosió e intentó otra vez-. ¿Sí? -Ella echó un vistazo a sus compañeros y ellos tampoco perderían un concurso de belleza. Un rubio, un pelirrojo, ambos atractivos y de ojos verdes, poderosamente constituidos y aún más anchos de hombros que el moreno. Los tres la contemplaban. Ella secretamente se sintió como si en su cara hubieran puesto hormigas sobre su nariz o algo igualmente asqueroso.
-¿Qué pasa, chicos? -Ellos debían estar vendiendo sus calendarios de cuerpos duros puerta a puerta, pensó, esa es la única explicación de la abrupta llegada de tres magníficos hombres ante ella, ante ¡su umbral!. -Jeannie -dijo el moreno. Con esa única palabra, ella reconoció su voz - esa profunda y aterciopelada voz- y se quedó helada hasta los dedos de los pies. Obligándose a mantener una expresión neutra, levantó una ceja ante él. -¿Sí? -ella dijo, con la cantidad justa de impaciencia. Sus hombros cayeron un poco y el hombre rubio le lanzó a él una mirada de compasión. La boca esbozó una inclinación afligida, él dijo vacilantemente-. Yo... ah... esto es difícil, Jeannie. probablemente no me recuerdas... ¡whurggggh! Él dijo «¡whurgggh!» porque ella había levantado su pie calzado contra sus testículos con toda su fuerza. Su aliento se cortó en un agonizante grito ahogado y él cayó de rodillas. Ella caminó por delante del sorprendido pelirrojo y se inclinó sobre él, sacudiendo un dedo en su cara. -¡Puedes apostar tu demente trasero a que te recuerdo! A) Gracias por salvar mi vida, y B) ¡vete al carajo! ¡Otra vez, quiero decir! Ahora piérdete, antes de que yo pierda la paciencia... -¿Eso quiere decir que no la has perdido todavía? - preguntó el rubio, horrorizado. -... y olvida que salvaste mi vida y recuerda que me violaste en un ascensor que estuvo a punto de derrumbarse en un sótano. ¡Si te hubieras tomado cinco minutos más para conseguir tu placer, ambos estaríamos muertos! ¡Tienes suerte de que no eche a los policías sobre ti!. -No creo que él se sienta afortunado en este momento -dijo el pelirrojo, contemplando al violador/salvador, que se agarraba y se retorcía en el suelo de un modo poco digno. -Y en cuanto a vosotros dos -dijo ella, rodeando al pelirrojo, que dio un paso atrás y cubrió su entrepierna con ambas manos-, su amigo aquí tiene algunos problemas psicológicos serios. Él cree... -... que es un hombre lobo -dijo el rubio detrás de ella. Ella giró, una parte de ella no le gustaba la manera como los tres, deliberadamente o no, la había encerrado muy estrechamente. -¿Conoces sus alucinaciones? -Ahora podría ser un buen momento, pensó ella con inquietud, para retroceder dentro de mi apartamento y cerrar la puerta. -Compartimos la misma alucinación-dijo el rubio, riéndose de ella con dientes muy blancos, muy agudos.
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Prisionera del amor
RandomAtrapada en un ascensor, Jeannie Lawrence no estaba dispuesta a experimentar el placer a manos de Michael Wyndham. Nunca esperó que ese hombre diabólicamente apuesto volviera a aparecer en su vida, ¡o que resultara ser un hombre lobo! ¿Aceptará ella...