capítulo 8

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-¿Para siempre? -preguntó ella, horrorizada. Él asintió. -¿Me has secuestrado para siempre? ¿A menos que yo escape o haga volar el lugar o cualquier cosa? -Sí. -Él hizo una pausa-. No espero que estés de acuerdo directamente... Ella se lanzó sobre él. Era tiempo de aprovecharse del hecho que él no la dañaría gravemente. Su primer puñetazo falló... él agarró su muñeca a tiempo... pero su patada simultánea dio en el blanco, y él hizo una mueca mientras su pie se agrietaba en su espinilla. -¡Te odio! -gritaba ella, lloviendo puñetazos sobre él. Él sostuvo sus muñecas y recibió sus patadas estoicamente, sólo bloqueando estas a la ingle con su muslo-. ¡No puedes hacer esto! ¡Este no es mi destino, tú bicho raro, esto es solo suerte inesperada! ¡No me quedaré contigo, no lo haré! ¡Tengo una vida! ¡Y esto no incluye continuar en Cape Cod con un bicho raro que cree que es un hombre lobo! -Entendido. Pero no importa; te quedaras. -Por su chillido de rabia, él siguió-. Y mientras hablamos, no me gusta ser golpeado, o pateado -dijo él tranquilamente, haciendo una mueca cuando ella derrumbó su pie en su empeine con toda su fuerza-, así que habrá consecuencias en el futuro. -¡Que se jodan tus consecuencias! -Ella empujó su cabeza hacia delante golpeándolo con un extremo; él movió su cabeza a un lado y ella terminó por golpear su frente en su cuello. -Comenzando ahora -él dijo, y la tiró tan bruscamente que perdió su aliento. Entonces su boca estuvo sobre la suya en un beso doloroso que robó la fuerza de sus rodillas. Él fijó sus brazos a sus lados y, cuando sus dientes estuvieron juntos en una tentativa de morderlo, se contentó con mordisquear suavemente su labio inferior. -No lo hagas -se las ingenió para decir, y cuando su boca se abrió su lengua resbaló por delante de sus dientes. Él se retiró antes que ella pudiera juntar el sentido para morderlo otra vez. Él respiraba con fuerza. Casi tanta como ella. Su efecto en ella la enfurecía y ella prácticamente rechinó sus dientes de rabia. -Y -él dijo con tranquilidad, pero sus ojos brillaron-, ahora que sabes que hay consecuencias, siéntete libre de darme puñetazos siempre. Como, después, puedo poner mis manos sobre ti sin sentirme ni un poco culpable, en esas condiciones. -Deberías morir de culpa -dijo estranguladamente-. Te odio.

Él contemplaba su boca, en la suya había una línea de tristeza. -Lo sé. Él se marchó, cerrando de golpe la puerta del dormitorio dejándola débil detrás de él. Jeannie se sentó antes de que sus rodillas la traicionaran.

Es corto lose pero el siguiente será mas largo. Voten y comenten porfía :))

Prisionera del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora