capitulo 15

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-Por favor, señora, por favor... Jeannie... inténtelo con un poco del pan. Dara vio cuánto comió ayer de ello, hizo un pan entero sólo para ti, ¿no lo intentaras por favor sólo un pedazo? El ruego de Moira se convirtió en un zumbido suave cuando Jeannie miró fuera de su ventana, al mar. El océano se veía exactamente como ella se sentía: gris y tempestuoso. El tiempo igualó su humor; este era un día perfecto para quedarse dentro y pensar. Incluso la arena parecía fría y prohibida, como la nieve sucia. Ella daría algo para ser un were-delfín, un were-mero, un werepececillo, algo que pudiera nadar en el mar y nunca, nunca volver a este loco lugar. Su estómago, que la había estado royendo y retumbando la mayor parte de la mañana, se había rendido finalmente y era ahora una piedra en su abdomen. Vencido. Derrotado. De paso le gustaría derrotar a Michael Wyndham. Ellas habían tratado de hacerla vestirse. Moira y otra mujer, una que ella no conocía, había entrado y suavemente la había apartado de su asiento junto a la ventana, y la había vestido con una ropa que no era la suya, una que Michael había comprado para ella cuando soñaba con raptarla. Ella las desgarró, no tan espectacularmente como Michael se había rasgado las suyas, pero lo bastante como para conseguirlo y luego, desnuda, ella había vuelto al asiento junto a la ventana, descansando su frente contra los cristales y deseando ser un wereguppy. Moira susurró que lo entendía, podía oler a Michael por todas partes de ella y lo entendía completamente, ¿pero por qué castigar al bebé por los pecados del padre, y no podría por favor intentarlo ella con un poco de esta sopa?. De alguna manera, el día pasó. Jeannie pensaba más difícil que ella tenía en su vida (ah), pero no podía ver una salida de la trampa (excepto impedir a su orgullo mandar). La noche llegó, y ella se quedó dormida en el asiento junto a la ventana, ignorando el calambre en sus piernas. Y entonces llegó un punto en la oscuridad cuando fue suavemente levantada, llevada, y colocada en la cama. Ella se despertó lo bastante como para captar el olor de Michael y trató de luchar para despertarse, para regresar a la ventana y mirar fuera al mar y la libertad, para apartar sus manos de ella, sus manos maravillosamente consoladoras... -Vuelve a dormir, Jeannie. La ventana estará ahí mañana. Un consejo razonable, pensó ella bostezando, y se hundió de regreso al sueño.

Michael, miró inquieto la ventana de Jeannie, girándose cuando ella se sentó. Él vio inmediatamente que ella no estaba realmente despierta; dormía, los ojos bien abiertos parecieron traspasarlo. Ella salió de la cama. Teniendo una buena idea de su destino, él la siguió fuera por la puerta, estabilizándola en la escalera cuando sus pies durmientes tropezaban. Jon, regresando de una cacería nocturna, los pasó en la oscuridad, sus ojos que se ensancharon apreciativamente ante la desnudez de Jeannie. Entonces él vio que estaba dormida, vio a Michael detrás de ella, y pasó con una cortes cabezada a su líder de manada. Ella vagó sin rumbo fijo en el nivel inferior, hasta que él suavemente la condujo hacia la cocina. Una vez allí, él abrió la nevera para ella y vio el pequeño recipiente plástico con su nombre en él. Él levantó la tapa y atrapó el olor rico, sabroso del picadillo crudo mezclado con huevos crudos, cebolla, y mucha sal y pimienta. Él le dio el recipiente a Jeannie, que no vaciló en agarrar un puñado y comerlo. Ella comió hasta que el contenedor estuvo vacío, y mientras él cerraba la nevera y ponía el recipiente en el fregadero, ella delicadamente lamió la carne cruda de sus dedos. Él la miró sin palabras. Entonces ella se despertó. Él lo vio inmediatamente; su mirada somnolienta se nubló, entonces completamente sorprendida. Ella miró abajo ella misma, luego miró alrededor, lo vio, vio donde estaban. -Yo... creí que soñaba. -Tenías hambre -dijo él simplemente-. Así que has andado en sueños aquí abajo para alimentar al bebé. -¿Me comí... me comí toda aquella hamburguesa cruda? -Ella tocó su boca, asqueada-. Todavía puedo saborearla. -Tenías hambre -dijo él otra vez-. Y pienso que el gusto en tu boca es bueno para ti. Esto es sólo la idea de que sabe malo. Jeannie... ¿puedes verme? ¿Sabes dónde estamos? -Estamos en una cocina. Sí, puedo verte -Ella añadió, con un chasquido de su viejo fuego que lo animó-, haz otra pregunta estúpida. -Esto está muy oscuro, Jeannie. Hace un mes, en igual oscuridad, no podías ver nada. Un silencio largo, estirado, roto por su susurro. -¿Qué me pasa? -Estás embarazada con un cambia formas -dijo él simplemente-. Compartes una corriente sanguínea con el bebé. Comerás carne cruda y verás en la oscuridad y probablemente se hará más fuerte antes de que tengas el bebé. Es natural. -No es natural. Nada de esto lo es -Ella se frotó su cara-. Oh, Jesús, participo en tu ilusión, has conseguido volverme tan loca como tú lo estás... -Eso no es verdad -dijo él, estirando la mano y acariciando su hombro, ligeramente, el toque de una mariposa-. Y pienso que comienzas a darte cuenta. -Tiene que ser verdad -dijo ella, casi gimió-. ¿Cuál es la alternativa? ¿Que todo que dijiste era cierto? ¿Que todo... todo lo que me hiciste fuera razonable? ¿Bien, hasta? ¡Esto no es aceptable, no lo toleraré! -Jeannie... Ella se separó de él y salió de la cocina, siguiendo su camino pasando cajas y taburetes sin vacilar, aunque la mayor parte de las personas hubieran estado efectivamente ciegas en tal completa oscuridad.

Prisionera del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora