ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 18

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ᴠɪᴇʀɴᴇꜱ, 28 ᴅᴇ ᴍᴀʏᴏ

ᴀᴋᴀᴀꜱʜɪ

      |El pasillo está en penumbras. Observo el espacio a mi alrededor, no veo nada notorio. Alzo la mirada hacia el techo y observo las lámparas que parpadean cada pocos segundos.

Escucho un crujido. Bajo la cabeza y enfoco la mirada en lo que parece el fondo del pasillo, aunque no recuerdo haber entrado por una puerta.

Otro crujido. Mi cuerpo se tensa al segundo. Los pulmones empiezan a quejarse porque estoy conteniendo la respiración. Expulso lentamente el aire con los labios entreabiertos, al mismo tiempo que me fuerzo a mi mismo a relajar los hombros. Escucho los latidos de mi corazón como si hubiesen sido amplificados. Noto como corren gotas de sudor frío por mi espalda y la sensación de estar anclado al suelo, con las piernas temblando.

Trago con dificultad y espero.

No ocurre nada. No se escucha nada.

De un momento a otro, el pasillo empieza a inundarse de luz, las lámparas dejan de parpadear y su destello es casi cegador. Parpadeo y aparto la mirada para acostumbrarme.

Escucho un nuevo sonido, pero no es un crujido. Es el rumor de las olas rompiendo contra las rocas. Giro la mirada hacia la derecha y ante mi se proyecta el mar en todo su esplendor; azul, grande y bello. Las piernas dejan de temblar y doy un paso hacia esa imagen viva, la cual está enmarcada en una ventana. La abro y automáticamente me inunda el sonido del mar, el olor de la arena, las vivo color de las algas, la sensación de la sal adherida a la piel y del calor quemándome el rostro.

Se forma una sonrisa en mis labios, lo noto.

- ¡Akaashi!- la voz de mi madre se escucha a lo lejos.- ¡Akaashi no corras!

- ¡Mira mamá, el mar es grande y azul!- es mi propia voz, en un tono más agudo.

Asomo la cabeza por la ventana, hacia la izquierda, y me veo a mi mismo, con 5 años, corriendo hacia el mar mientras que me deshago de la ropa. Mi madre corre detrás mía, con varias bolsas a la espalda y una expresión compungida en el rostro.

Parece que estoy reviviendo la vida de otra persona.

Ella llega a cogerme en brazos para impedirme que me zambulla en el mar de cabeza. Me quejo y lloriqueo en sus brazos mientras que observo el mar alejarse nuevamente. Ella me promete que luego de comer podré ir. Yo no le creo y sigo lloriqueando.

No recordaba este momento, pero la sensación que crea en mi es familiar.

De repente, la escena que revivo ante mis ojos se vuelve muda, dejo de escuchar a mi madre, mi risa inocente cuando ella me da un pedazo de sandía, el rumor del mar y el piar de las gaviotas. Frunzo el ceño, aun con la mirada puesta en ellos.

Mamá y yo comiendo bajo la sombrilla.

Mamá y yo haciendo castillos de arena.

Mamá y yo nadando en la orilla del mar.

Mamá y yo.

Siento un pinchazo en el pecho al recordarlo; Papá está con otra familia.

Aparto la mirada de la escena y cierro la ventana en silencio. Es suficiente, no quiero ver más de este recuerdo.

Un nuevo sonido llama mi atención y miro hacia el interior del pasillo, ahora iluminado. A pesar de ello, no vislumbro el fondo. Está difuminado.

- Akaashi-kun, te llama un senpai.- una voz que no reconozco me hace caminar hasta la siguiente ventana, ya abierta.

Al asomarme contemplo mi aula de preparatoria. Los pupitres marrones, las paredes sin apenas decoración, el suave olor de la tiza en el aire, una brisa moviendo las cortinas y el sol iluminando la estancia dándole un matiz anaranjado.

El amor es cosa de dos (Bokuaka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora