| Especial |

2.3K 201 66
                                    

Kyoko, te estamos esperando.
Kyoko, linda, se feliz.

Despierto exaltada con un calor inusual en mi pecho; un calor que hace arder cada una de mis entrañas; la calidez de extrañar a las personas que amo, brota tan intensamente que puede calentar todo a su paso.

Miro alrededor de mi habitación, todo esta oscuro a excepción de los pocos rayos de sol que se cuelan por las cortinas.

Me levanto y admiro desde la ventana la nieve que cae constantemente.

Es irónico que afuera haya un invierno inevitable, mientras que en mi interior todavía queda un verano insoportable.

Decido salir un momento para despejarme, aún reconociendo que es ineficaz. Tomo mi abrigo y mi bufanda, y las coloco sobre mí de manera automática. Al salir, una fría ventisca azota mi rostro y, sin previo aviso, lágrimas comienzan a deslizarse por mis mejillas y, contemplando los copos cayendo lentamente, me aboco a recordar mi sueño. 

Al parecer, es lo único que logra apaciguar mi sufrimiento.

———

Toco suavemente con mis nudillos la puerta de su habitación, pidiendo permiso para entrar. Al escuchar su respuesta a través de la fría madera, paso y me dispongo a sacar su medicamento, después de esto, sirvo un poco de agua, para, posteriormente, entregárselo.

—Kyoko, hoy es un día especial para ti. Deberías pensar en salir a divertirte, pero en cambio solo te preocupas por mí. —mi abuela me dice antes de ingerir la medicina que le acabo de colocar en la palma de su mano.  Me siento a su lado, tomando su muñeca para acariciar el dorso de la misma.

—No hay nada más especial que estar contigo, abuela. 

Aunque...

"Kyoko, te quiero".

Siempre lo recuerdo a él de alguna forma, a pesar de todo lo que me había herido. 

"Eres el único rayo de luz que tiene mi vida".
"Vive y déjame vivir".

Pero siempre termino con una desesperanza irremediable en mi pecho.

Entrelazo mis dedos con los de mi abuela y aprieto suavemente su mano en la mía en un intento por disipar las palabras que se habían marcado con fuego en mi mente. El solo verla me da fuerzas, recordándome que no estoy sola, que tengo a alguien que me ama incondicionalmente.

—Kyoko, aún eres joven y tienes mucho por vivir. No dejes que sea una carga para ti.

Abro los ojos al oír sus palabras. "No necesito una carga en mi vida" se repite una y otra vez en mi mente; trato desesperadamente de alejar esos pensamientos como puedo, es así hasta que siento a mi abuela corresponder el agarre.

—Jamás serás una carga para mí: eres todo lo que tengo y todo lo que amaré en mi vida, para siempre. —levanto mi mano libre para acariciar las arrugas de su rostro, la hacen lucir más hermosa de lo que ya lo es para mí—. Te debo tanto, no sé cómo puedes decir eso.

—No llores, Kyoko. Sigo aquí. —sonríe, achinando sus ojos.

No me había percatado: estoy llorando.

Las lágrimas son limpiadas rápidamente por sus suaves y arrugados dedos. 

—Hoy es tu cumpleaños, deberías estar contenta. ¿Qué te parece si preparamos una torta de chocolate?, tu favorita. Hace algún tiempo que no cocino, quisiera hacerlo hoy: por ti y para ti.

Falling. | Satoru GojōDonde viven las historias. Descúbrelo ahora