Capítulo III

7.5K 792 534
                                    

Jess

—Tenemos un problema grande. Creo que es necesario que vengas a casa ahora mismo. No te preocupes por Kyoko, vamos a hacerla dormir un largo rato...

Cuelgo la llamada antes de que tenga oportunidad de replicar. Estamos en serios problemas justo ahora y detesto cuando se comporta como un idiota.

—Bueno, toma esto. Está listo. Solo esperemos a que Kyoko se quede dormida para que podamos hablar tranquilamente. —La abuela me entrega un poco de té caliente en una bandeja con un potente somnífero que, según ella, hará dormir a su nieta hasta el día de mañana.

Esto da miedo. Una vez pensé que era la persona mayor más adorable del mundo, ahora, después de escucharme hablar con ese pedazo de mierda, no me quita los ojos de encima y siento que está perforando cada parte de mí con esa mirada hostil que no abandona su rostro.

—Emm... sí señora. Voy a... yo tengo que... bueno yo... —¡Rayos!, no puedo ni siquiera sostenerle la mirada —. Voy a darle el té a su nieta, vuelvo en un segundo.

Camino lo más rápido que las piernas me permiten para salir de su intensa mirada y llegar a la habitación de Kyoko. 

Entro suavemente y la encuentro recostada sobre las almohadas acariciando la mejilla de mi hijo.

Se ve tan... afligida.

Juro por lo más sagrado para mí, que en cuanto vea su horrible rostro voy a golpearlo en las bolas.

—Kyoko, lamento la demora. Hice té, toma un poco. Por cierto, gracias por cuidar del bebé mientras atendía mis asuntos. —La dulce Kyoko se levanta con gracia de la cama y me sonríe, y como siempre que lo hace, siento que mi corazón se estruja. No quiero lastimarla de ningún modo, pero tampoco puedo decirle la verdad.

Toma la bebida que le estoy ofreciendo y da un trago largo pese a que está caliente.

No me canso de mirarla, es muy hermosa. 

Al principio creí que era la típica niña bonita e indiferente, sin embargo, debajo de esa fachada de frialdad con la que se protege de las personas no existe algo más puro que ella.

Sus sentimientos hacia sus semejantes son la prueba más clara.

—Gracias, Jess, creo que tenía un poco de frío y no te preocupes por lo del bebé, es hermoso, podría cuidarlo las veces que sean necesarias. —Cuando termina de decir eso se desploma, pero estamos tan cerca que puedo tomarla antes de que caiga de plano sobre el piso frio.

Se derrama el resto del té.

Voy a limpiarlo más tarde.

Mi teléfono está vibrando como loco, así que hago todo lo posible por recostarla de nuevo en la cama junto al bebé y salir de forma silenciosa para no despertar a ninguno.

Una vez fuera, el móvil ha dejado de sacudirse. Sé quién es, así que le envío un mensaje de texto donde le indico que se acerque a casa de Kyoko. Debe estar preparado para lo que está por venir....

—¿Está hecho? —Levanto la vista de mi teléfono y veo a la abuela mirarme fijamente. Asiento con la cabeza y me armo de valor para hablarle. 

—Está aquí también.

Ella camina en dirección a la puerta y la abre. Su mirada nunca deja su expresión seria.

—¿Olvidaste nuestra dirección por ocho años..., Satoru?

El muy imbécil solo se queda allí parado, sonriendo.

Mis manos no pueden dejar de sudar, contrario a su semblante; él de verdad no parece nada perturbado. La abuela tampoco parece querer correrse a un lado para dejarlo pasar, aunque ahora que estoy viendo hacia su perfil tampoco parece estar... molesta.

Falling. | Satoru GojōDonde viven las historias. Descúbrelo ahora