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Shellay se animó a salir a bailar; nos contagió la idea a Rita y a mí. Allí, entre las sombras y las luces que iban y venían, Rita y Shellay me dieron unas terribles clases de baile, con pasos improvisados que a más de un desconocido dejó con la sonrisa burlona. Pese a que como bailarinas las tres nos hubiéramos muerto de hambre, disfrutamos del momento que nos regaló la noche. Solo estábamos nosotros, disfrutando de un instante perfecto.

Tras ir por más bebidas, Rita buscó en el interior de su abrigo un cigarrillo y se lo colocó entre sus gruesos labios. Shellay se carcajeó al verla.

—Rita se pone en la boca todos los cigarrillos que pretende darle a Voll —me explicó portando una mueca algo asqueada—. Dice que es para darle un beso indirecto.

Una idea se me cruzó por la cabeza.

—Joven enamorada —llamé a Rita. «Joven enamorada» me hizo recordar a papá y sus anticuados apodos—. ¿Estarías dispuesta a venderme ese cigarro? Quiero saber mi futuro.

Rita se quitó el cigarrillo de sus labios para ponerlo entre sus dedos como si estuviera encendido y acabara de darle su primera calada.

—Deja que lo tenga un rato más y hablamos de negocios.

Recibimos los vasos y bajamos a nuestra mesa. Me bebí media jarra al seco antes de persistir en mi petición.

—Entonces, ¿me lo venderás?

—Uhm... —balbuceó con una mano en su barbilla— Te lo daré porque me caes bien, Harrell Simone.

Me entregó el cigarrillo, con movimientos delicados y pose solemne. No lo retuve demasiado. Apenas lo tuve entre mis dedos, me dirigí hacia el área donde Voll Reveck y sus adeptos formaban una especie de reinado en tan deprimente sitio. A una corta distancia corroboré que el chico albergaba todas las características de un vampiro moderno, aunque en su estado más cutre.

Mi turno para recibir una de sus predicciones no fue simple. Antes de mí, varios chicos aguardaban por el pálido chico. Tuve que acomodarme en mi lugar siendo objeto de algunos comentarios evidentes que entre los que allí se encontraban murmuraban entre sí. Me miraron varios, y no de una forma apetecible. Una vez me encontré frente al chico Reveck, él ladeó levemente su cabeza dejando ver una falsa apariencia inocente.

—¿Se te ofrece algo? —Su voz me resultó cínica y maquiavélica, muy acorde a su aspecto.

Le extendí el cigarrillo de Rita.

—Quiero ver mi futuro.

Le dio una mirada rápida al cigarro, luego seguí yo.

—Dos cigarros —dijo—. Jamás te he visto por Norwick Hill.

—Acabo de regresar.

—Sigo sin haberte visto.

No resoplé porque mi instinto me decía que necesitaba aparentar ser más astuta, pero me decepcionó saber que quien llevaba la ventaja en nuestro encuentro era él.

—No tengo otro cigarrillo.

—Ese no es mi problema, Harrell.

Me tensé.

—No me conoces, pero bien sabes mi nombre —amonesté—. ¿Cómo es posible?

—Ese es otro don que tengo —sonrió enseñando sus dientes blancos y con dos colmillos afilados. Si no fuese porque realmente no existen, hubiese creído que mi comparación estaba en lo correcto.

Mi proeza fue aguantar el insulto que quise darle ante aquella respuesta. Sin embargo, no pisaba terreno seguro, tenía demasiados ojos sobre mí, me encontraba lejos de las chicas y el ambiente era oscuro, poco seguro. Pretendí darme media vuelta, regresarle el cigarro a Rita, y lo habría hecho de no ser porque dos manos se apoyaron sobre mí y me obligaron a darle cara a Voll. Me encogí de hombros mientras un extraño calor recorría mi espalda. Sentí olor a cigarros y miel, una mezcla extraña para percibir en una situación así.

—Aquí está el segundo —dijo una voz rasposa.

Una mano robusta extendió un arrugado cigarrillo hacia Voll. Volteé por encima de mi hombro, descubriendo que quien había ofrecido aquel cigarro se trataba de Thorne, el Reveck del motel.

De mala gana, Voll recibió ambos cigarrillos.

—¿Qué haces aquí, Thorne? —cuestionó Voll, mirando con mala cara a su hermano.

—Necesito hablar contigo.

Voll se guardó ambos cigarros antes de ponerse de pie. Las personas a su alrededor ya no nos miraban, sino que habían bajado sus cabezas hacia el suelo, gesto parecido al de una reverencia.

—Aguarda un momento —intervine cubriendo su camino—. Me debes una predicción.

—Luego te lo traigo —habló Thorne, acomodándose su ondulada melena rubia con un rápido movimiento de cabeza—. Prometo que no dejaré que escape sin haberte dicho sus predicciones.

La tentativa idea de seguir a los dos hermanos para escucharlos a hurtadillas fue tan grande como la que tuve por sentarme en el supuesto trono de Voll. Lo último me quedó más fácil de hacer, pero por la forma en que me miran sus cercanos... preferí esperar de pie.

Voll regresó; solo y con un cigarrillo extra.

—Esto es de parte de Thorne. Me ha dicho que te lo debía. —Recibí el cigarrillo trazando una sonrisa tonta de la que me avergoncé enseguida, pues Voll ya había puesto todo su interés en mí, analizándome—. ¿Y bien?

Su mano extendida en mi dirección provocó que retrajera todo mi cuerpo.

—¿Qué debo hacer?

—Dame tu mano —contestó, moviendo sus dedos para apresurarme—. Yo veré cómo será tu futuro.

Hice caso. Mi mano caliente tocó los dedos fríos de Voll y se deslizó hasta ser atrapada. Frío y calor comenzaron una batalla. Voll cerró los ojos, permaneciendo así durante segundos que se me hicieron eternos.

—Veo... Veo dedos sobre un celular. Veo mariposas rojas. Ojos rojos que te observan. Un encuentro. Ten cuidado con la oscuridad de los sitiales apartados de las grandes masas, una jaula te espera allí.

Y esto fue todo. Soltó mi mano.

—¿Qué significa lo de los ojos rojos? —cuestioné con cierta incredulidad. No estaba nada satisfecha.

—Mi don predice sucesos; no los interpreta.

—Sí; quizás porque te lo has sacado de la manga o no tienes información suficiente para hacerme creer en tus mentiras. Payaso.

Con el cigarrillo de Thorne regresé a la mesa. Rita y Shellay me preguntaron qué había predicho Voll para mí. Les dije que habló sobre las mariposas rojas del bosque —las cuales Dreeven vio— y su advertencia sobre los lugares alejados, mas no sobre los ojos rojos que me observarían. Eso me lo guardé para mí. No así con los insultos y lo absurda que me resultó todo el asunto de las predicciones.

Estaba en esto cuando mi celular vibró en el bolsillo de mi abrigo. Un nuevo mensaje había llegado.

Era un número desconocido.

Te veías bien la otra noche. Tu abrigo negro. Tu cabello oscuro bajo la capucha. No querías que nadie se enterara de que estabas en Norwick Hill, ¿verdad?

Cuando Norwick Hill vistió de rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora