XXII

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En cuanto a Azir formuló dicha pregunta, todos nos miramos como si en nuestros rostros nos cuestionáramos si de verdad era una pregunta. O tal vez porque tuvimos la ilusión de que alguien levantaría la mano y diría: «yo sé dónde está».

—Creo que es obvio que no sabemos —le recordó Xiel de manera pausada y mulada como quien intenta entrar en razón a una persona que está cometiendo alguna locura. Azir no era un demente, pero su pregunta había sido tan absurda que no lo descarté.

—Ya lo sé, solo quería ver si caían en la trampa —reclamó usando el tono de «no me tomes por tonto».

—No quieras ir de listo conmigo, Azir, sé que hiciste esa pregunta porque...

Empecé a impacientarme. Si íbamos a perder el tiempo en discusiones fraternales absurdas, mejor trabajaba sola, de todas formas, había hecho bastantes hallazgos sin ayuda, seguro que conseguiría información sobre el símbolo.

Estuve a punto de levantarme y decirle a las chicas que nos largáramos de allí, pero la curiosidad se interpuso a cualquier impulso o pensamiento. Debía contrastar información con los Revecks sobre Skyler, tal vez así conseguía algo nuevo.

Carraspeé para distraer a los hermanos que seguían discutiendo. Cuando logré que se callaran antes de que mi garganta se hiciera trizas, todos me prestaron atención.

—¿No es mejor empezar creando una línea de tiempo que cuente los hechos y de ahí complementamos con información?

Mi sugerencia trajo de regreso la sonrisa de Azir.

—Bien pensado, Harrell. Me gusta tu ingenio. —Tanta adulación me haría sonrojar, vaya. Pero, dejando de lado el sarcasmo, me agradó que por fin se callaran. Azir recorrió a los demás y con su voz de político «bienqueda» les hablo—: ¿Ustedes qué dicen?

—Pienso que es una buena idea para contrastar información —opinó Shellay. Estaba agarrando confianza, aunque su postura seguía siendo la de una chica tímida: encorvada y jugueteando con sus dedos, huyendo de cualquier mirada intimidante.

—Hagamos caso a Harrell, se nota que le va esto de las investigaciones —le siguió Rita.

Yo le agradecí internamente. Mi orgullo y confianza, ese que se había esfumado después de enterarme que Dreeven solamente me había usado para vengarse de Skyler cuando se enteró de la infidelidad, cobraron una fuerza poderosa que me motivó a levantarme y tomar el mando. Caminé hasta Azir y le regalé la misma sonrisa desagradable que él formaba.

—Yo estaré a cargo a partir de ahora —dictaminé. Pasé de él hacia una enorme pizarra blanca con ruedas al final de la cabaña—. Tú escribes.

—No seré tu asistente. —Tener que escribir de verdad tuvo que estresarlo demasiado, de lo contrario no se hubiera colocado tan a la defensiva. Blanqueé los ojos en desaprobación, y él le dirigió una mirada a Xiel—. ¿Qué tal tienes tus dedos, hermanito?

Xiel se levantó de mala gana, pasó junto a su hermano amenazando con una mirada cargada de odio y se posicionó al otro extremo de la pizarra, con un marcador negro en la mano. Ambos de pie ahí parecíamos dos estudiantes a punto de hacer una exposición sobre algún tema equis.

Es probable que Rita pensara en lo mismo.

—Qué cuchis —dijo al vernos—. ¿Y dónde está el profesor?

—Yo los evaluaré. —Azir engrosó la voz, fingiendo ser un maestro. Se sentó en una silla, casi junto a la única puerta, lo que me dio mala espina. Muy gracioso y todo, pero ¿y si esperaba distraernos para luego cometer alguna fechoría? Con disimulo palpé la navaja en mi bolsillo en lo que él añadía—: Bien, Harrell, la pizarra y mi hermano son todos tuyos.

Cuando Norwick Hill vistió de rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora