Antes de la muerte de mamá, mis padres y yo solíamos visitar el lago Grand North cada domingo. Era un lugar especial desde que tengo memoria, pero perdió su encanto cuando hallaron los cadáveres de veinte mujeres desaparecidas.
Unas semanas antes del terrible hallazgo, mamá comentó a papá:
—Lo peor que puede pasarle a una persona desaparecida es que crean que realmente desapareció.
Yo, que era pequeña, no entendí.
Mi padre explicó:
—Las personas no desaparecen, ellos están con nosotros, visibles. Solo hay que buscar.
—¿Buscar qué? —le pregunté yo.
—Las pistas que dejan. Ven —dijo. Su mano se agitó con rapidez componiendo el llamado. Fui hacia él arrugando mi vestido para que no se mojara. Paso a paso, pequeños saltos. El agua estaba fría, erizó la piel de mis piernas—. Mira el agua. ¿Puedes ver sus pies? —Negué; en el agua solo me proyectaba yo—. Las pequeñas ondas y tu propio reflejo no lo permiten, ¿verdad? Yo sí puedo. Tú también lo harás, todo lo que debes hacer es mirar más allá. Profundo.
Volví a bajar mi cabeza y presté más atención. Mi reflejo se mecía lento a mi alrededor, pero poco a poco se volvía en ondas turbias a causa de la oscura tierra debajo. Allí, medio enterrados en el lodo y entre algunas algas, se encontraban mis pies huesudos y violáceos, como los de un muerto.
—¿Y?
—Sí, puedo verlos.
—¿Entendiste?, que no puedas ver algo no significa que no esté.
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Cuando Norwick Hill vistió de rojo
Mystery / ThrillerSkyler Basilich lleva cuatro días desaparecida. Carteles con su rostro están por todos los rincones de Norwick Hill. La policía cree que escapó y no permite darla como persona desaparecida. Su padre, ante la negativa de las autoridades, decide busca...