XXI

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Antes de juntarme con Shellay y Rita donde acordamos, fui a por la navaja en la tienda de caza que se encontraba a unas cuadras de la plaza. Como sin una licencia de caza no me la podrían dar, decidí usar la misma metodología que con el sujeto de la tienda de turismo. Cabe aclarar que lo hice con las mejores intenciones, una buena causa, pero no se los recomiendo que lo hagan en casa. Sean personas de bien, por favor, no aprendan de mis malas acciones.

Pero bueno, de alguna forma tenía que conseguir algo con qué defenderme en caso de que a los hermanitos se les ocurriera hacernos alguna locura.

¿Era algo extremo? Tal vez, pero lo valdría a futuro, es una promesa.

Afuera de la tienda, antes de poner un pie dentro, me armé de valor y pensé en mi mentira. Sabía que debía sacar a relucir mi faceta de actriz junto a todos los conocimientos en actuación que aprendí viendo críticas de cine. Inspiré hondo, calmé mis nervios y el pensamiento constante de que fallaría y abrí la puerta.

La tienda en cuestión sería el sueño húmedo de cualquier jugador de GTA 5 con todos esos rifles y escopetas colgadas en la pared cual trofeo. No era muy grande, cuidada, ni siquiera había cámaras, sino más bien un sitio bastante sombrío, incluyendo a su vendedor.

Me miró como quien ve a un bicho raro colarse por la rendija de la puerta. Supongo que no acostumbraba a ver a tantas chicas entrar a su tienda, mucho menos sola. Me hizo un repaso rápido en lo que yo me acercaba a la repisa.

—¿Se te ofrece algo?

—Buenos días —saludé, porque la cortesía en los mayores siempre era buena. Por algún motivo, eso los hacía sentir menos a la defensiva; aunque con este hombre no dio muchos resultados. Carraspeé. Me sentí tonta por un momento y olvidé qué tenía por decir. El golpe mental que me di fue tan duro que me trabó mis siguientes palabras—: Esto... Mi padre está de cumpleaños. A él le encanta la cacería y me gustaría regalarle algo relacionado.

Oh, mi pobre padre, usado para mis maliciosos planes cuando sentía misericordia hasta de las moscas.

El hombre alzó una ceja y apoyó un brazo sobre el mostrador, interesado.

—¿Quién es tu padre?

¿Eso era una pregunta con trampa? Temí que sí. Si le decía el nombre de papá y lo conocía, estaría en problemas.

—¿Julliard? ¿Julliard Timberwolf?

Que nombre del culo me había inventado, pero eh, no iba a usar el nombre de papá en mi horrible mentira. Había demasiado riesgo para usar su nombre real, uno de ellos era que el hombre lo conociera y supiera que papá no podía ver una gota de sangre sin sentirse mareado.

—No me suena.

Decidí usar una verdad a medias:

—Oh, es que vivió hace mucho tiempo aquí.

—Yo vivo desde hace mucho tiempo en esta isla y sigo sin recordarlo.

—No era muy popular —reí de mala gana—. Quedamos para salir de caza y enseñarme cómo, y qué mejor lugar que el maravilloso bosque de la isla, pero cuando llegamos nos encontramos con una terrible situación... —Me iba ir al infierno por usar lo que ocurrió con Skyler de nuevo. Ya veía cómo se me abrían las jodidas puertas—. Y quiero animarlo comprándole una navaja suiza.

No me gustó que se me quedara viendo en completo silencio. Un sujeto de pocas palabras, sin dudas, y bastante intimidante una vez me fijé en las cicatrices en su rostro.

—Con o sin desapariciones, ya nadie caza en el bosque —habló, moviéndose de su lugar. ¿Lo había convencido? Al ver que abría la repisa de cristal donde las navajas suizas estaban en exhibición supe que sí.

Cuando Norwick Hill vistió de rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora