Capítulo 30

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Comencé a pensar que nunca saldría de aquí, que Anderson me tendría aquí por siempre, estaba agotada, sucia, mis piernas estaban cansadas y mis manos rasposas, no podía moverme. Quería ponerme de pie por mis hijos, entonces comencé a recordar algunas cosas del pasado.

-Papá, ¿Por qué yo no voy a la escuela como los otros niños?

Un hombre de cabello negro sentado en un sofá con un libro observo a una niña rubia con sus mejillas sonrojadas, parecía llorar. El hombre no lo noto, bajo la mirada a su libro e ignoro la pregunta, sin embargo, la niña se acercó a él y puso su cabeza en su rodilla esperando llamar su atención. En un resoplido escapo de los labios del hombre.

-Eres demasiado valiosa para mezclarte con otros niños, ¿no es suficiente estar con papá?

La niña miro a su padre, por supuesta ella adoraba estar con su papá. Por su papá ella haría cualquier cosa y su papá haría cualquier cosa por ella. Pero, ¿no podía ser como otros niños?

—¡AH!, ¡MALDITO IDIOTA!— grite.

Escuche ruidos cerca de mi y luego a Anderson tomando del cabello.

—No corte tu dedo aquella vez, ¿Quieres que lo haga ahora?

Anderson era un hombre deseoso de venganza pero parecía que jamás la obtendría.

—Me tienes cansado, tenerte es un gasto y nadie viene por ti, ni siquiera lo hacen emocionante— Dijo Anderson abrazándose a si mismo —Ya ha llegado el invierno y ni siquiera en los medios veo noticias tuyas, ¿No eras famosa?

Mi cabeza comenzó a doler, mis labios estaban secos, no podía ponerme de pie, y además de todo tenia que soportar al viejo hablar. ¿No podía simplemente morir ya? Mark y Caleb, Mark y Caleb. Solo cuando mis mejillas estaban húmedas me di cuenta que estaba llorando como un bebe en medio de la bodega. Me miraba y sentía miserable.

—¿Estas llorando?- Pregunto Anderson tirando de mi cabello para poder verme —¿No era demasiado cuando matabas?

Me dolía la cabeza hasta la medula. Grite, grite con todas mis fuerzas hasta que fui pateada. Ya no podía salir nada de mi boca, solo gemidos de dolor. Anderson se detuvo cuando tosí sangre.

Ese día no comí.

Tampoco bebí.

Ni dormí.

—¿Clarisse? — una voz tranquila susurro en mi oído —Despierta...

Abrí mis ojos, todo estaba borroso. Todas esas noches sin dormir ya me habían agotado, no podía abrir mis ojos por la luz cegadora, cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, el hombre frente a mi acerco su mano a mi rostro. Su mirada estaba llena de pena.

—¿Ryan?— murmure entrecerrando mis ojos aún mas —¿Por qué...?

Ryan esbozo una sonrisa.

—Caleb esta bien, Mark también— dijo, entonces bajo la voz —Pero Clarisse, tienes que despertar...

¿Despertar?, ¿No estaba despierta ya?

Frote mis ojos, reuní fuerzas para sentarme en el piso, casi cayendo de bruces contra el suelo por el dolor.

—¿Recuerdas las sesiones en las que te decía que mantuvieras una mente fuerte? Clarisse...Clarisse... Clarisse.

Esboce una sonrisa. Ryan, Ryan, mi cita ya debió pasar, ¡Él ya sabia que estaba en peligro!

—Creí que ya habías muerto— Murmuro Anderson a mi lado —Te tengo una sorpresa hoy, pero te contare mas tarde.

Mi mejilla ardía por las bofetadas de Anderson para despertarme. Estaba apunto de desmayarme pero recordé a Ryan y me contuve. Cerré un poco los ojos y después trate de sentarme, con gran dificultad lo logre. Me sentí extrañamente feliz de ser capaz de sentarme en el suelo, había estado tanto tiempo acostada que cuando me senté mi espalda lo resintió.

Tenia una cita con Ryan cada mes, así que yo ya había faltado a una... ¡El detective!

Mi cuerpo pareció recobrar vida al recordar esos detalles que había olvidado. Era cuestión de días, solo tenia que soportar unos días mas. Quería llorar de felicidad.

Suspire y cerré mis ojos. Comencé a imaginar a mis hijos conmigo, eran tan pequeños no podían perder a su madre de esta manera. Caleb acababa de tener una operación, iba a poder escuchar y yo no iba a estar ahí para poder ser su soporte cuando mas me necesitaba, se fuera a la primer persona que él escuchara. Ayudar a Mark con su tarea como lo hacia siempre, llevarlo a clases de natación después de clases y escuchar de camino a casa sus aventuras con sus amigos. Yo no estaba ahí para ellos.

Mi hermano estaba logrando tantas cosas y yo tampoco estaba para él sabiendo lo molesto que es cuando esta solo, sentirse solo para una persona normal era una cosa, pero sentirse solo o abandonado para personas como nosotras era tormentoso, no solo doloroso. Sean es un niño huérfano, yo lo fui mucho tiempo, soy lo único que él tiene.

Sean, perdón por no decir adiós.

Y Jhon, aunque me doliera en el alma decirlo, pensarlo, lo extrañaba, tenia mis momentos de locura donde me decía que si salía de aquí volvería con el, pero ahora con la cabeza un poco mas fría solo podía decir que lo extrañaba y que esperaba que estuviera cuidando bien de nuestros hijos. No podía dejar de pensar en mis hijos.

El sonido de un teléfono me despertó, al parecer estaba dormida sentada. Era el teléfono de Anderson que sonaba como loco en el otro extremo de la bodega. Los pasos de Anderson arrastrándose por el suelo eran perezosos, parecía que había estado durmiendo. El teléfono dejo de sonar, así que supuse que había respondido. Me recosté y cerré mis ojos, esperando que fuera de esas llamadas que lo hacían salir de la bodega y dejarme sola. La llamada duro mas que otras, Anderson no hablo durante esta.

De pronto, algo se estrello contra el suelo y Anderson grito fuerte, más cosas cayeron y fue cuando abrí mis ojos.

Todo fue demasiado rápido, unas manos tiraron de mi cabello, la respiración de alguien en mi nuca y luego la voz de esa persona susurrando:

—Tu padre ha muerto.



Tras Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora