-Ven, dame la mano.
-No te preocupes, puedo sola.
-Venga anda, yo te ayudo.
-En serio no te molestes, soy capaz de hacerlo.
-Este puente es muy peligroso, no voy a dejar que te caigas.
-¡¡¡Aaahh!!!
-¡Te tengo! ¿Que te dije?
-Yo... Lo siento... Muchísimas gracias... Casi me caigo, me pude morir...
-Yo no dejaría que eso pasara. Venga, tranquila... Tranquila...
Y así se quedaron, juntos, abrazados, él sabiendo que nunca la soltaría, aunque se cayera, ella dándose cuenta de que era allí donde quería pasar el resto de su vida, entre sus brazos.