Las llaves: La llave de Gryffindor

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Llevábamos toda la semana sin encontrar el momento apropiado para hablar con la profesora McGonagall. Era viernes, el último día de la semana en el que teníamos transformación. Éste era el mejor momento para preguntarle por la llave, así que justo al terminar la clase nos quedamos rezagadas como si yo estuviera ayudando a Alba a recoger sus cosas, porque Amelie y Clara estaban en clase de pociones.

Cuando todos se fueron, nos acercamos a la profesora McGonagall. Ella subió a la cabeza y nos preguntó que queríamos nosotras, como si fuera pura casualidad que acudiéramos a ella, le preguntamos por una llave con un escudo de Gryffindor. Ella se extrañó ligeramente, pero, en comparación con los otros profesores, no fue nada, sabía que éramos muy curiosas y no era de extrañar que conociéramos algunos secretos de las casas. Nos contó lo que sabía sobre la llave que buscábamos, no esperábamos que fuera tan fácil, pero a la vez tampoco resultó tan sencillo como creíamos.

Nos contó lo que sabía, porque sabía que nosotras lo utilizaríamos adecuadamente, pero, a la vez, no nos contó lo suficiente, porque no nos dijo ni dónde se encontraba ni si ella la guardaba.

Le preguntamos si ella era la que tenía la llave, ella asintió. También le dijimos que si podría prestárnosla y ella rió entre dientes, parecía saber para qué la queríamos. Nos pidió que le acompañáramos a dar un paseo por los terrenos de Hogwarts, y nosotros accedimos. Nuestras clases de la semana habían terminado y el curso estaba apunto de acabarse, así que no teníamos demasiados deberes ni mucho que estudiar.

Nos condujo hasta el soleado jardín en el que todo el mundo nos miró, sabíamos que si ella nos llevaba a donde creíamos, no nos conduciría entre la multitud. Y así lo hizo. Nos llevó hasta la cabaña de Hagrid, pasando por los invernaderos y hasta el Bosque Prohibido.

Una vez allí, nos llevó por caminos estrechos hasta encontrarnos ante el tremendo arco frente a una gran fuente con un unicornio. Alba y yo nos miramos, ese lugar era demasiado conocido para nosotras. Es más, habíamos ido hacía menos de una semana, pero no sabíamos que otras personas supieran de su existencia. La profesora McGonagall no nos miró, y se dirigió con paso firme hacia el edificio en ruinas.

Al llegar allí, las dos miramos a la profesora McGonagall, que cogió algo que llevaba en el bolsillo y nos lo dio.

Parecía un pequeño paquete envuelto en un pañuelo rojo, lo abrimos y encontramos una llave. Era más pequeña que las demás, pero igualmente había un gran león que resaltaba sobre todo el mango. Probamos a ver si encajaba en el candado, y así fue. Le dimos las gracias a la profesora y le preguntamos que si sabía lo que había a continuación, ella asintió. Intentamos que nos dijera lo que descubriríamos, pero ella dijo que debíamos averiguarlo por nuestros propios medios.

Se lo volvimos agradecer y salimos corriendo dejándola a ella sola.

Clara y Amelie acababan de salir de clase de pociones, les contamos todo lo que habíamos descubierto y decidimos ir a los candados, ya teníamos las cuatro llaves.

𝙷𝚊𝚛𝚛𝚢 𝙿𝚘𝚝𝚝𝚎𝚛 𝚢 𝙴𝚕 𝙴𝚜𝚌𝚞𝚊𝚍𝚛ó𝚗 𝙷𝚘𝚐𝚠𝚊𝚛𝚝𝚜 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora