35 | sorpresa

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Habían pasado varios días, y por más que hubiera preferido no asistir a la escuela, no podía ser. Había ido con unas enormes ojeras, con la ropa más horrenda que había elegido de mi armario y el cabello cepillado a medias, ni siquiera me había tomado la molestia de rizarme las pestañas.

Helen había sido aceptada en la misma Universidad que Valentina y yo. Así que las dos se habían esforzado demasiado por mantenerme feliz. Me habían llevado al cine, al parque, a la feria y cada día era una actividad diferente. Aprovechábamos que la primera semana de escuela no nos habían dejado tanta tarea.

Pero el viernes por la mañana Helen me dio la peor noticia de todas.

—Me gané dos boletos para un concierto de CD9.— me anunció entusiasmada.

Mordí mis mejillas por dentro, quería evitar poner una expresión que pudiera ponerme en un aprieto. Sentí una opresión en mi pecho y muchas ganas de llorar, había dejado de escuchar su nombre por tres días y escuchar algo relacionado a él me ponía mal.

—¡Helen!, no sabes lo mucho que me gusta CD9.— respondió Valentina, sabía que trataba de salvarme.

Helen la miró mal.

—No es para ti, es para _____, a ella la dejó su novio, no a ti.

—No puedo Helen.— musité.

—¿Escuché mal?— entornó los ojos.

Negué.

—Tal vez podamos llevarla a los bolos.— habló Valentina, pues quería sacarme de esa situación a toda costa.

—Pero _____, tú me dijiste que comenzaba a gustarte CD9.— se quejó. —Por eso pensé qué tal vez eso te alegraría.

—No tengo ganas, lleva a Valentina, seguramente se divertirán las dos.

Valentía asintió con entusiasmo.

Levanté mi plato del desayuno y las dejé con el pretexto de irme a arreglar. Comencé a llorar bajito, no quería que esta vez se diera cuenta de ello.

Mi celular comenzó a vibrar repetidas veces, anunciaba una llamada, mi corazón casi se para cuando vi el nombre «Miguel». Pero no respondí, no debía hacerlo.

Pero nuevamente sonó, y nuevamente no respondí. Una tercera vez sonó y mi estúpido impulso hizo que contestara la llamada.

—____, no tengo mucho tiempo.— habló entre jadeos, parecía que había corrido o algo por el estilo.

No respondí.

—Lamentó haber desaparecido, lamento todo lo que está pasando, sé lo que hizo Jesús, me siento como un prisionero.— habló tan rápido que las palabras se mezclaban. —Está bien si no quieres hablar, pero debes saber que yo no tengo nada que ver en esto. Yo quiero estar contigo, realmente siento que eres lo único que me complementa. — resopló resignado.

Me sentía bien de escuchar su voz, pero las ganas de llorar se intensificaron, mordí mi labio para evitar que él pudiera escuchar que lloraba.

—Te quiero ____ y espero que podamos vernos pronto.— colgó la llamada.

Se me estrujo el corazón. Siempre pasaba eso, odiaba a Jos por un momento pero después él me demostraba que no había razón para hacerlo. Pero Rebeca con Jos no era el único problema, la amenaza lo era todo.

Me arreglé, pero todo fue mecánico pues no tenía idea ni de lo que hacía. Para cuando salí de mi habitación, Valentina y Helen me esperaban, ambas arregladas.

Salimos rumbo a la escuela, para concluir la primera semana. Me puse los audífonos, para evitar conversar con las chicas.

—¡Helen! Acompáñame a la tienda a comprar algo.— dijo Valentina algo alterada, pude escuchar un poco porque en ese momento la canción que escuchaba había acabado.

Valentina tomó del brazo a Helen, y se la llevó lejos de mi. Yo las miré desconcertada, no sabía por qué se alejaban.

—Pero, ¿y ____?— dijo Helen.

—Oigan, ¿por qué me dejan?— les grité en medio de la calle.

Alguien tiró de mi brazo, me asusté e iba a golpearlo. Pero me di cuenta de quien era cuando reconocí esos lindos ojos. Traía una sudadera negra con el gorro puesto, suponía que de esa manera se camuflaba. Me jaló hasta un callejón vacío.

—¿Pero qué demonios?

Puso uno de sus dedos en mi boca y siseó, de esa manera intentando callarme.

—No hables.— susurró.

Tomó mis mejillas entre sus manos y me besó, yo le seguí el beso, pues aunque quería que me explicara cientos de cosas, ese beso me hacía sentir la tranquilidad que había dejado de sentir por varios días.

Dejó de besarme pero juntó nuestras frentes, podía sentir su respiración agitada, luego me dio un corto beso en los labios. Después fueron muchos más, no pude evitar sonreír entre los cortos besos.

—Te dije que no ibas a poder correr de mi.— dijo entre besos.

Sonreí, pero decidí alejarlo de mi, pues necesitaba que habláramos, además no estaba cumpliendo lo que me había dicho su manager.

—No puedo Jos.— le di la espalda.

—¿Cuando hemos podido? Siempre hemos sido una pareja anormal.

—Helen no debe saberlo, estoy amenazada con eso.— le expliqué.

—No dejaremos que Jesús nos manipule de esa manera.— me tomó por los hombros obligándome a mirarlo. —Hablemos con Helen, que lo sepa.

—No puedo.— negué con la cabeza.

—Helen te quiere, eres más importante que su fanatismo por CD9, lo pude notar en el aeropuerto.

—Pero llevé esto demasiado lejos, estará molesta por no contárselo desde un principio.

—Te perdonará— me acarició la mejilla —. Pero Jesús no va a tenerte en sus manos.

Me envolvió en un cálido y dulce abrazo, era su manera de darme apoyo, realmente lo conseguía pues me sentía protegida. Y me sentía completa, todas mis partes rotas habían vuelto a su lugar.

—¿Y qué hay de Rebeca?— me atreví a preguntar.

Resopló.

—Sabes que tenía prohibido tener una relación, y sobre todo hacerla pública— me explicó —, pues antes de conocerte, conocí a Rebeca, salimos un par de veces y se filtraron fotos, las fans parecían amarla y eso a mis managers les gustó. Decidieron darle más atención e importancia a esa supuesta relación aunque en realidad no sentía nada por ella, pero luego te conocí a ti y eras un obstáculo para la supuesta relación.

Yo lo escuchaba atenta, me había dolido saber que había salido con Rebeca.

—Y encontraron tu debilidad, por supuesto, Helen. Que tu prima se enterara de nuestro noviazgo.— continuó con su explicación —Por eso no debes darle ese poder, corazón.

El como me había llamado me hacía explotar de felicidad, cuando fingíamos ser novios frente a mis tíos me parecía ridículo, pero el amor te hace estúpido ¿no?

No pude controlar mis ganas de atraerlo hacia mi y besarlo nuevamente, pues nunca eran suficientes. Lo tomé por el cuello y él tomó mi cintura, él me atrajo más hacia él.

—Digámosle a Helen.— me dijo entre el beso.

—Está bien, pero pensaremos bien lo que diremos.— le respondí.

•••

Holaaa, estoy emocionada por por fin terminarla, ya pronto será.
Sé que ya no tiene el mismo apoyo que antes, pero no importa, quería dejarla para la gente nueva que llegue a leerla y a las que siguieron fieles a ella. ❤️

Aeropuerto | Jos CanelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora