Capitulo 4

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II/III

II/III

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MAIA

Salvatore asintió con una sonrisa juguetona a mi petición y comenzó a caminar conmigo amarrada en su brazo. Nivelaba mi respiración mientras llegábamos e ignoré a las miradas furiosas que se nos cruzaban.

Todavía sentía aquella voz de Volkov rondando mi cabeza, y casi con ella trayendo amargos recuerdos.

«Mal nacido.»

Seguí quitándole importancia mientras subíamos unas escaleras, dejando de escuchar a la muchedumbre y a la música. Vi como Patrick con su máscara comenzó a caminar de forma paralela llevándose con el una capitana de la brigada de reacción táctica londinense.

Estiré la mano hacia al lado cuando me entregó (con su mano enguantada) la pegatina con el famoso Fach polvere por el lado inofensivo lista para ser usada.

Me afirmé más al brazo del comandante y con mi otra mano acaricié su antebrazo—de manera estratégica—intentando no verme tan tensa, porque lo estaba.

Travis esta pendiente, necesita unos quince minutos mínimo, Luce—informaron cuando apreté los labios frustrada.

Algo debía hacer para mantenerlo cerca de mi en aquellos minutos, y eso no me gustaba en absoluto.

Caminé tras el cuando hombres que desconocía empezaron a mirar o seguirnos por las sombras. No era estupida, nos estaban siguiendo.

Salvatore me miró y nuevamente me retorcí en su tacto, de la peor manera que se podía expresar. Recuerdos fríos y acidos se veían en mi mente. Lugares donde no quería volver, marcas que no quería volver a sentir pero que quedarían impregnadas en mi piel por el resto de mi vida.

Este no lo notó para mi suerte y agradecí el cambio de rostro que me habían dado. Llegamos a un pasillo más angosto, y me preocupe más cuando en las paredes hombres con máscaras negras de Dalí empezaron a pasar mas seguido a nuestros lados.

—Ven—le incentivé cuando me metí en una habitación que para mi mala o buena suerte era nada más y nada menos que la central de operaciones de Alemania.

Sonreí con lo mejor que pude aunque por dentro lanzaba arcadas por su asqueroso cuerpo cerca del mío. Casi emanaba maldad por mis poros, pero por suerte el perfume caro lo cubría.

Las pantallas con cámaras, registros, papeles y más estaban por todos lados, pero a él no le pareció molestar cuando se lanzó acorralándome a una pared.

«Quien sea que esta ahí arriba, dame fortaleza.»

—Estas muy hermosa—susurró muy cerca de mi piel y beso mi cuello sin perder el tiempo.

Quítale el USB y conéctalo al que tienes tú, Luce—escuché una voz por mi pequeño auricular que no era visible. Suspiré y agarré la barbilla de uno de mis mayores pesadillas, enemigos y asesinos de sueños.

Sombras en poder Donde viven las historias. Descúbrelo ahora