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Edgar vió un nuevo amanecer en su ventana, la molesta luz solía ser suficiente para ponerlo de malas pero en ese momento no era el caso, una melodía tarareada por una voz profunda y masculina pero suave a la vez le quitó todo sentimiento de enfado, se sentía tranquilo.

El joven dudó por varios segundos el salir a ver a quien producía tal melodía, debía ser Byron pues no había alguien más, pero no estaba seguro de nada, quizá era una visita, alguien que visitaba desde temprano a Byron, inconscientemente la mandíbula de Edgar se apretó, puso su mano derecha sobre su cuello notando la ausencia de una preciada posesión.

Quizá eso serviría por ahora, –Byron!–, llamó volviendo a sentarse en cama como si hubiera despertado apenas, en un segundo el sanador ya estaba en la puerta, –¿Qué sucede Edgar?, ¿acaso te sientes mal?–, el joven negó, Byron se acercó más a él para oír el problema, –Yo...necesito mi bufanda y no esta–, después de decirlo Edgar se sintió realmente un tonto, como un niño pequeño que no encontraba su manta favorita.

De alguna manera Byron lo entendió enternecido, Edgar lucia incluso débil sin su bufanda, después de todo es una gran ayuda para él, –Bueno, temprano vine para atender el veneno y tu bufanda trataba de ponerse en el camino así que tuve que guardarla, la traeré en un momento–, el joven pensó en su bufanda, normalmente era totalmente fiel e inofensiva a menos que Edgar estuviera en peligro o en una pelea, quizá seguía mal por el ataque.

En un instante Byron había vuelto, la bufanda era más que inofensiva separada de Edgar y eso era algo que el sanador recordaría para el futuro, por primera vez el joven noto el delantal del sanador al verlo volver a la cocina, un delantal verde por supuesto, quizá su color favorito, cosa que Edgar recordará en el futuro, no es que le interese, simplemente sería de ayuda para buscarle un obsequio como agradecimiento.

El timbre se escuchó y Byron atendió al instante, para su sorpresa Darryl estaba frente a su puerta, –Mi capitán envía esto–, el robot pirata entregó una carta tras decir el código señalado y salió rodando, Byron siempre creyó que Barley disfrutaba hacer ver a Darryl como un torpe, al parecer a Barley le parecía adorable, Byron volvió adentro dispuesto a leer la carta cuando el timbre se escuchó de nuevo, –¿Qué pasa ahora Darryl?–, pero al abrir la puerta no era el robot a quien encontró sino a Colette.

La chica tenía su enorme sonrisa alocada saludando con su mano, –Hola señor Byron!–, la joven entró como si nada, cosa que ya era costumbre pues el sanador la había tratado como a una hija enseñándole sobre algunas de sus pócimas, era normal que por las tardes ella lo visitara, aún si ahora no era el mejor momento, –Iré a ver a Edgar si no le molesta!–, antes de que Byron pudiera responder ella ya se había ido a buscar al joven.

Byron resoplo algo molesto, seguramente Edgar se había quedado en la cocina cuidando su estofado, después de un respiro el sanador abrió la carta, "El sheriff se ha estado paseando por el bar, tienen como sospechosa a alguien que hace ya un tiempo no viene por aquí pues el banco ha sido atacado", la sonrisa en el rostro de Byron era maléfica, con un chivo expiatorio sus planes se hacían más sencillos.

En la cocina Colette revolvía el estofado mientras hablaba con Edgar que sostenía el libro de recortes, claro usando unos guantes que ella le dio para que no lo ensucie, –Y así es como conseguí un mechón de Ruff, no creo que lo extrañe, tiene mucho pelo–, viendo el mechón a Edgar le dieron náuseas, el veneno en su sangre lo hacía sentir con más náuseas de lo normal por lo que termino huyendo al baño.

Byron vio la escena mientras volvía preocupándose un poco, –¿Ahora qué hiciste Colette?–, la vena de su frente se marcó, nunca fue alguien con paciencia, Colette negó rápidamente, –Estábamos conversando y ya! Yo no hice nada!–, la albina sabía que el sanador era alguien de temer, y tampoco le gustaban los regaños.

Edgar respiro hondo para calmarse mientras jalaba de la palanca del inodoro, su vida se había hecho insoportable desde esa noche, ¿qué clase de monstruo le haría eso?, no tenía ni idea, al menos la mitad de los brawlers lo detestaban desde que llegó, en ese momento solo pudo pensar en Colette y Byron, los que se han preocupado tanto por él, seguramente las autoridades ya ni siquiera estaban buscando a su agresor.

Edgar se vio en el espejo, de no ser por Byron el quizá estaría muerto, ese hombre ha sido tan amable y tan considerado, se preocupa por él y lo consiente, Edgar sintió una enorme admiración, nunca se había sentido tan querido en su vida...Oh pobre Edgar.

[Kalmia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora