22. Ecos del pasado (tercera parte)

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J.A. y Santi llevaban en silencio un buen rato. El primero, sólo podía pensar en que su compañera había vuelto a aquel extraño lugar entre lo imposible y lo real; entre lo cotidiano y lo onírico; y no había forma de saber si había sobrevivido hasta que el Tiempo decidiese devolverla al presente. Santi tenía el ceño fruncido, y del mismo modo que J.A. no alcanzaba a comprender lo que había leído. Esa duda crecía como la espuma cuando se planteaba la posibilidad de que su hermano había caído ante unos seres propios del imaginario más terrorífico. El aire de la comisaría parecía viciado y sus paredes empezaron a encogerse. El corazón de Santi latía con demasiada fuerza. Se ahogaba. Un nudo en su garganta le pedía a gritos que saliera. J.A. no pareció reparar en el estado del chico, pues ni siquiera apartó la vista del monitor cuando se levantó para salir a la calle. Había algo en todo eso que le estaba atrapando.

Santi salió de la comisaria y vomitó a un lado. La garganta le ardía. Odiaba esa sensación y aun así, la encontró reconfortante. Era humana, natural, y sencilla. Echaba de menos la embriagadora sencillez de la vida antes de la muerte de su hermano, antes de escarbar en los rincones más siniestros del universo. Todo el que leía algo del Grimorio de los Reyes acababa pasando, tarde o temprano, por ese momento: El momento en que debía decidir si luchar por su cordura o dejarse caer en las garras de la locura. Santi vomitó otra vez. Él quería permanecer cuerdo, y deseaba por encima de todo olvidar. «No tiene sentido», se dijo. «¡Nada de esto lo tiene!» Escupió y volvió a la comisaría con paso decidido.

El ruido de la puerta al abrirse retumbó por toda la comisaría, aunque J.A. continuaba inmerso en las páginas web que iba encontrando. Poco a poco, las extrañas piezas del puzle comenzaban a encajar: El reloj, la mitología del grimorio... Pero todavía faltaban cabos sueltos. Su cabeza iba a mil por hora, y las ideas surgían y se descartaban tan rápido como un simple parpadeo. Entretanto, tenía que lidiar con dos ideas intrusivas en aquel momento: La veracidad del grimorio, y el paradero de Rocío. Él había sentido a las bestias, había visto lo que hacían y había estado fuera del Tiempo mismo. Si el Grimorio había acertado en eso, era plausible creer que parte de lo que contaba tenía que ser real aunque eso supusiese perder la razón. En cuanto a Rocío...

—¡Esto es una locura! —Gritó Santi. J.A. logró separar la vista del monitor y se volvió hacia el chico.

—Lo sé —dijo calmado—, pero si hubieras visto lo mismo que nosotros... Créeme: Lo que hemos leído arroja cierta luz sobre el caso.

La puerta que daba a la calle volvió a abrirse con un fuerte estruendo. Una figura permaneció a contraluz, con la cabeza agachada y perfil abatido. A J.A. le dio un vuelco el corazón. La figura alzó la mirada y durante unos segundos pareció escudriñar el lugar para después, alzar su mano izquierda. Sostenía algo. Comenzó a avanzar lentamente, con cansancio. Cuanto más se acercaba, más se definía la figura y poco a poco empezaron a reconocerse ciertos rasgos, empezando por el pelo largo.

—¡Tú! —dijo señalando a Santiago— Eres el hermano de Mario, ¿verdad? —El chico asintió, atónito.—¡Rocío! —gritó J.A.— ¡Dios mío estás viva!—Os dije que recuperaría el reloj.—¡Loca hija de puta! ¡Has escapado otra vez del Vacío!

Tras un último paso, una tenue luz proveniente del techo, iluminó parcialmente el rostro agotado de Rocío quien mostraba una sonrisa triunfal y una mirada rebosante de firmeza. Era consciente de su triunfo. Era consciente de que, una vez más, había escapado de la muerte. Sin perder ni un momento, procedió a enseñarle el reloj a J.A.

—Mira. Es exactamente igual al que tenía Álvaro de la Hoz. ¡Idéntico!

J.A. estaba sorprendido. Efectivamente estaban ante un punto en común: Algo que unía ambas muertes. En definitiva, un hilo del que tirar.

—Aún hay más. He... He visto a Luis.

—¿A Luis? ¿En el Vacío? —J.A. se temió lo peor.

—Sí. Él... No lo ha logrado. Pero me pudo dar el reloj y lo que es más importante: Su papel en todo esto. Es una locura, y si no hubiéramos vivido todo lo que hemos vivido te aseguro que ni siquiera me lo plantearía como una posibilidad. Habló de alguien, un príncipe que está usando los relojes para intentar controlar a esas cosas.

—¿Cómo? —Interrumpió Santi.

—¿Has dicho un príncipe? ¿Se refirió a él como «un» príncipe o como «El» Príncipe? —Preguntó J.A.

—El Príncipe.

Continuará...

Nota del autor (20/07/2021):  Aunque llevo bastante tiempo sin poder actualizar, la historia sigue en marcha, continúo trabajando en ella. Fui padre hace unos meses y debido a esto no he tenido tiempo para publicar. Sin embargo, ¡lo haré! ¡Gracias por tu paciencia!

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