19. El Grimorio de los Reyes (cuarta parte)

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Extracto del Libro de Rei-Ohd, segundo de los Reyes de Mnäsh

«Tras aquellas desalentadoras palabras, guardé el manuscrito en su sitio. Sentía cómo las paredes de aquel inconmensurable lugar respiraban áspera y pesadamente. Yo quería quedarme y leer. Adquirir todo el conocimiento que ahí dormitaba. Myldthryth entonces me dijo sin palabras que aquel sitio no era lo que parecía. Miré a mi alrededor. Aquello era una biblioteca. ¿Qué otra cosa podía ser?

Ella lo llamó Orfanato. Pues ahí no solo se guardaba el conocimiento futuro o pasado; ahí no solo podían consultarse las historias de cualquier existencia posible. Myldthryth se acercó a mí, de nuevo ataviada con esas preciosas túnicas blancas, y me explicó que ella cuidaba de todos los quizás que nunca fueron. Los llamó 'sus niños' y me habló del Arquitecto, de sus sueños y sus pesadillas, revelándome su auténtica naturaleza. Estremecido, desperté en La Vigilia. Aterrado. Escudriñando mis aposentos, buscando si de nuevo soñaba; y más tarde tratando de averiguar si lo soñado, era.

Recordaba todo lo que me había dicho La Merodeadora: Desde el secreto del Arquitecto, a los malditos Sabuesos del Tiempo y la Entidad que buscará domarlos en su beneficio. Él, que cambiará la Existencia, el Sueño del Arquitecto, se autoproclamará Príncipe. Para poder ser, llegado el momento, Monarca. Llegado ese día, las Entidades temerán a los Sabuesos. Yo, Rei-Ohd, segundo de los Reyes de Mnäsh, doy fe de que lo aquí contado es terriblemente real. Tal y como lo he vivido y me ha sido revelado; del mismo modo que a mi antecesor se le revelaron otros muchos secretos del Sueño.

Han pasado varias jornadas desde mi última visita al plano onírico, pero hoy se me ha permitido volver. He pasado cada noche temiendo por mi vida, temiendo la visita de los Sabuesos del Tiempo. Siento cómo rugen agresivamente, llenos de ira, y cómo ansían atraparme. ¿Cuánto tardarán en llegar a mí? Creo que fue ese miedo el que me hizo volver una vez más a la Onírisis.

Desperté en un precioso prado cubierto de flores que jamás había visto. Me empapé de su visión, de su aroma y tacto. Pues sabía que jamás volvería a poder disfrutar de ellas. El firmamento estaba atravesado por unas finas y largas nubes de colores inenarrables, formando una estampa con todos los colores posibles. Aunque, como compuso Mnampatupek IV, El Pintor puede crear cuantos colores desee y maravillarse de ellos.

Estuve por años sin término en aquel prado, dulce al tacto y suave al olfato, hasta que ella volvió a aparecerse: Myldthryth. Con una forma totalmente distinta. Era una chica joven, con un vestido primaveral de colores cambiantes. Llevaba unas trenzas que le cubrían media cabeza; en la otra mitad tenía el pelo corto, como de un niño pequeño. Sus ojos eran verdes, profundos y serenos. Me pidió entonces que dejase escrito todo esto. Le imploré por la manera de salvarme de los Sabuesos. Pero no había manera. Me dijo que otros dos Reyes debían encontrar la manera de llegar a la Onírisis, mas esos debían ser los últimos en adentrarse en ese mundo por el bien de la Humanidad. En cuanto a mí, todavía he de caminar por estos insólitos parajes más tiempo para poder prevenir a los que vendrán. Insistió entonces en que lo que ha sido, ya ha ocurrido, y que nada puede cambiar eso. Pues los Sabuesos existen para proteger el Orden de Todo lo que es, ha sido y será».

Error 2808Donde viven las historias. Descúbrelo ahora