- Muy bien, papá -le digo sonriendo de oreja a oreja- ¿qué es lo primero que debes alagar?
- Su... ¿Aroma?
- ¡NO! -exclamé asustándolo- su ropa, o cómo se vistió papá... Ya te lo dije un millón de veces.
- Ay vamos... No creo que le interese mucho su aspecto -me di un golpe en la cara decepcionada.
- No es que nos importe mucho, lo único que queremos es que ustedes presten atención a esos pequeños detalles -le expliqué tratando de ser paciente.
- Tranquila, soy lo suficientemente grande como para saber cómo se conquista a una mujer -dijo con orgullo y su mano en su pecho.
- ¿Estás seguro de lo que haces? -pregunté con mi mirada incrédula.
- Por supuesto, hija -dijo con mucha confianza.
- Bien... -dije aún con duda- debo ir a estudiar, pero espero que vayas preparado- él asintió - nos vemos, papá -le di un beso en su mejilla y salí de casa como acostumbro, nada fuera de lo normal.
Caminaba tranquilamente por la calle, hasta que me tocó cruzar la misma.
Esperé que el semáforo se pusiera en verde y en cuanto di unos pasos, un auto sonó su bocina y abrí mis ojos quedándome quieta por unos segundos esperando lo peor, pero sentí que me tomaron del cuello de mi blusa y me hizo hacia atrás.
- Ten más cuidado... -dijo una voz que fue extraña para mí y regresé mi rostro resultando ser Edgar, el nuevo, el que me había rescatado.
- Gr-gracias... -murmuré confundida.
- De nada -dijo cortante y siguió su camino. Yo también hice lo mismo, notando ahora que él traía algo diferente el día de hoy y ese algo era una larga bufanda que le cubría hasta la boca y casi le llegaba a los pies de lo larga que era.
Suspirando volví mi vista hasta mi destino y cuando llegué, unos pasos después que él, todos me miraban extraño y murmuraban en cuanto yo pasaba, haciendo que no me sienta nada cómoda con ese ambiente.
También noté raro que mis amigas no me esperaron como acostumbran y cuando por fin las encontré, reían, pero dejaron de hacerlo en cuanto me vieron.
- Hola... -las saludé con algo de incomodidad.
- No te nos acerques, enferma mental -me dijo Maite y me confundí aún más.
- ¿A qué te refieres? Cindy, ¿por qué me dice eso Maite? -Cindy me hizo una mueca y dio un paso hacia atrás.
- Que eres una enferma mental y es la verdad -dijo con su ceño fruncido.
- Es que... No estoy entendiendo -murmuré.
- Ayer no quisiste que guardara mis cosas es tu casillero, ¿verdad? -me dijo Maite y asentí- pues ya sabemos por qué es, fuiste muy tonta como para dejar abierto tu casillero y Cindy y yo nos dimos cuenta de la razón -abrí mis ojos sorprendida y me enfadé en el instante.
- Estás obsesionada con la mayoría de los alumnos y maestros de aquí, en especial con Spike y Piper -dijo Cindy- ¿quién demonios hace eso?
- Eso... No... Es... De... Tu... Incumbencia... -dije despacio aguantando mi enojo.
- Ahora toda la escuela sabe tu extraña obsesión, todos saben que eres una enferma mental... -concluyó Maite.
- No... -dije ya sin enojo, era más con tristeza- yo no soy eso...
- ¿Y qué más eres? -dijo Cindy.
- No soy una loca...
- Acéptalo -replicó Cindy- eres una loca y deberías ir a terapia.
Corrí del lugar sin poder aguantar más y me choqué con Piper quien me miraba raro.
- Lo siento... -murmuré y seguí corriendo dejando que unas lágrimas cayeran.
No soy una loca, el hecho que giste conseguir cosas de las personas que admiro no me hace loca...
No estoy loca....
Seguí sin mirar a los demás y a lo lejos escuché:
- Qué miedo... Esa chica nos acosa a los tres... -la cara de Shelly la pude distinguir sin problema y miré de reojo y sus acompañantes asintierom, quienes eran Colt y Spike.
Me encerré en el baño y me miré al espejo notando el desastre que era con todas mis lágrimas en el rostro. Escuché que el timbre sonó indicando que las clases empezaron. Salí del baño y caminé más tranquila por los pasillos, todos ya estaban en su salón y yo no quise entrar al mío de la vergüenza.
Fui a ver mi casillero y por fuera tenía escrito la palabra loca. Solté un sollozo y lo abrí mirando todas mis cosas. Solo tenía algunas fotos y una que otra cosa de Spike y Piper.
Apreté más mi libro contra mi pecho y salí al patio de la escuela, me senté en una banca y me tocaron el hombro llamando mi atención.
- Las clases ya empezaron, niña -me dijo la voz que ya había escuchado más temprano, la de Edgar- ¿vas a faltar?
- Sí -dije sin problemas y me limpié los ojos- ¿y tú no tienes que ir?
- Sí -contestó de la misma forma- pero no tengo ganas de estudiar. Veo que lloras -dijo burlón.
- No estoy llorando, mis ojos sudan.
- ¿Desde cuando los ojos sudan?
- Desde hoy -él rió con sarcasmo y se sentó a mi lado.
- Pobrecita... -hizo un puchero falso- la niñita llora porque los demás se burlan de ella...
- No me digas niñita -fruncí mi ceño molesta.
- ¿Dime si digo mentiras? -iba a contestar, pero me tragué mis palabras cerrando la boca- ¿ves? A mí me molestaron desde pequeño en la primaria, y les respondí de una manera mejor... -apretó su puño y golpeó su otra mano.
- No soy violenta -dije y él rodó los ojos.
- A veces hay que serlo para demostrar que tu vales bastante y darle su lugar a ese montón de imbéciles que dicen lo contrario -esas palabras se me quedaron en la mente y miré el piso- como sea... Nos vemos luego niña -asentí y él se fue del lugar.
ESTÁS LEYENDO
Hermanastros (Edgar x Colette) [BS]
Fanfiction¿Qué harías? ¿Qué harías si te enamoraras de tu hermanastro? Una pregunta que tal vez suene incesta, pero a la vez no suena tan mal... O eso creo. Mi historia de amor comienza con una cita.. Nota: si no te gusta el Edgar x Colette no es necesario q...