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Sarada estaba sentándose cuando Mitsuki volvió a entrar a la habitación. Completamente despeinada y con los ojos lagrimosos, estrechados y muy somnolientos, por la escasa luz que se colaba desde la ventana pudo deducir la hora. —¿Hoy no irás a palacio?

—No. Me quedaré contigo— Sarada se quedo viendo extrañada, llevaba uno de sus kimonos que usaba para cubrir sus brazos o espalda, su propia ropa informal de estar en casa. Se veía atractivo con ropa femenina. 

—Bueno, solo si quieres—.  Su imaginación fue cortada de pronto. —Ah. No, no, quédate, esta bien. Necesitas un descanso—. Bostezo y se enrollo en la cama, buscaba una posición recogida desde que se le pronuncio su barriga. Con que son dos... —¿Qué paso? ¿Por qué saliste de la habitación?

Mitsuki se echo en la cama, si le decía a Sarada esta iba a avergonzarse demasiado. —Escuche ruidos en el pasillo, creo que llegaron tus padres. 

—Ya veo— le hacía ilusión ver a su mamá pero tenía tanto sueño. Comenzó a moverse como un perezoso. 

Como matrimonio habían mantenido las apariencias por fuera pero desde que le guardaba rencor Sarada y Mitsuki viviendo en el anexo, sus interacciones eran muy reducidas y pobres, verla nuevamente parecía un privilegio. La tomo en sus brazos para llevarla al baño, cuando llegaron las doncellas la pareja estaba sumergida en la bañera que ellos mismo prepararon. 

Era difícil ser servil como empleados con maestros tan auto suficiente como ellos. Las doncellas se retiraron a la brevedad para no interrumpir. 

Gregor golpeó la puerta, la señora de la casa cada día despertaba más tarde y él se aclimataba a los cambios con rapidez. —Mi señora—. Al entrar Mitsuki estaba trenzando el cabello de Sarada a un costado de su rsotro, una trenza suelta, ella estaba vestida solo le faltaban los zapatillas de estar en casa. 

—Es bueno que hayas llegado—. Mitsuki por su parte estaba con una camisa a medio poner y eso era todo lo que cubría su piel, sin preocuparse por él estaba agasajando a su esposa como un perro feliz de volver a estar con su amo. El administrador estaba acostumbrado que fuera tan extraño pero a veces su cambios eran muy bruscos. —Le comunicas a Roseline que no voy, que si puede que me cubra. 

—Seguro, señor. Mi señora el joven maestro esta desayunando con las princesas ¿Cuándo comenzará con sus clases?

—Hoy no haremos nada de lo que agendamos. Vinieron mis padres, los niños descansaran y disfrutar de un día de jugar n el jardín. 

—Será bueno para ellos, bueno mi señora, señor me retiro—. Gregor al salir Tomo lo golpeó en la cabeza por entrar a interrumpir los momentos de sus maestros. —Te has vuelto una mujer violenta, así nunca te vas a casar— se quejó con ella molesto.  

—¡Ah! ¿Qué? ¿Cómo te atreves?— ella lo fulminó con la mirada y le dio un coletazo con su cabello para despreciarlo. Ella le había advertido que no entrará sin más a la habitación de los Grandes duques se habían reconciliado, que les dejará algo de privacidad. 


Al salir Sarada termino de colocar bien la corbata en el cuello a Mitsuki. —Deberías dejar de desbaratar tu ropa. Es un mal habito. 

—Me sofocó. 

—No vengas con excusas, usabas una tonelada de armadura y sin chistar ¿Qué es diferente ahora?— muy seguramente se quedo dormido con ella muchas veces.

—Cuando te veo siento que me quemo— dijo esto pero Sarada le golpeó con la palma extendida abajo del mentón hacia arriba. 

—¡No digas eso fuera del dormitorio! ¡Qué vergüenza!— ¡Maldito desvergonzado!. Salió dando pisotones pero en tan solo dos pasos Mitsuki la tomo y la cargo como una princesa.

Duquesa solitaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora