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Mirar el cielo estrellado nocturno mientras disfrutada de los bajos efectos del alcohol, con la sensación de la calidez, de no ser despreciada al menos no por toda la nobleza fue revitalizante. Observó el anillo del metal negruzco precioso y la joya roja sangre hermosamente tallada, hizo una mueca, no era aficionada a las joyas, la opulencia. ni nada por el estilo pero era una ávida comerciante en todo tipo de negocios y en su humilde opinión; Era un trabajo único e invaluable, como ya antes había determinado, por su puesto la magia en el anillo, la misma que le impedía quitárselo lo hacían aún más INVALUABLE, tanto que era asfixiante. 

Después de todo una propuesta era una propuesta. 

Muchos factores rondaban su cabeza, nublando su juicio, esperaba la entrega de la proposición en persona, El gran duque Claude, por fin en persona, como debería ser todas las propuestas formales. Esto dictaba fuertemente que esta unión era una mera unión contractual, no política puramente contractual, el no tener ninguna esperanza, ni pensamientos esperanzadores con respecto a su futuro esposo, la mantenían lejos de la decepción y la tristeza, pero un sabor amargo se quedaba en su boca. Golpeteo el cristal con las yemas de sus dedos, así sería su relación futura, seguiría sola, solo que casada, su estatus se elevaría a ambos imperios, encabezando los grandes ducados como la señora de estos, de lado de su socio. 

Dejo salir un largo suspiro. Movió sus dedos con lentitud para ver los brillos que formaban la luz que pasaba por la joya, hizo tantas muecas con sus labios entrecerrando los ojos, dejo ver todas sus emociones claramente, después de todo estaba sola, o al menos eso creyó. 

—¿Lo odias?— la cara de culpa por su acción era ya muy evidente en su rostro. El albino se había colado a su balcón trepando por la arquitectura de la mansión. 

Sarada abrió los ojos y retrocedió para que este se uniera a ella en el lugar. —¿Qué haces? existen las puertas ¿Sabes?

Este siseo —solo quería ver si estabas dormida— alzo los hombros solo para minimizar su actuar a uno más inofensivo ya que podía considerarse inapropiado. —Te lo voy a quitar, si lo quieres usar o no tiene que ser tu elección—. Se acercó y extendió sus manos para sacarle con delicadeza el anillo de la mano izquierda a Sarada. 

Ella se estaba dejando cuando vio que el anillo estaba siendo removido. —No— dijo con un tono rotundo. Abrió los ojos algo confundida por su propia contradicción, de pronto no quería alejarse de la joya. 

Mitsuki la vio confundido, se quedo quieto a la espera. Ahora no sabia que hacer, necesitaba una explicación ¿Lo odiaba? ¿No quería el anillo? ¿Qué es lo que quería? —¿Mi lady?— fue cauto. 

Sarada cerró los ojos con fuerza —lo siento, creo que le tengo cariño. Solo quiero poder sacármelo a discreción ¿Puedo? 

El albino hizo una mueca —claro que puedes— continuo quitándose lo y luego se lo entrego en su mano, se afirmo de la baranda del balcón con una postura más informal tratando de relajarse. —Solo debes ponerlo tú misma, la magia es para impedir que alguien más lo tome, impedir que sea robado de alguna forma entre otras cosas. 

La Uchiha vio el anillo en solitario fuera de sus dedos, era pesado, eso no lo había notado con el puesto, lo observó con más cuidado. Entonces tiene más de un encantamiento en él, eso era un brutal costo extra. Ella probo poniéndolo nuevamente en sus dedos. Se volvió ligero otra vez y como dijo Mitsuki no se movía por nada en el mundo, luego intento retirarlo, y logro hacerlo con la misma facilidad de una joya ordinaria. —¿Por qué ahora lo puedo retirar y antes no?

—Porque fui yo quien lo hizo, el resultado es diferente dependiendo de quien lo manipule a la hora de colocarlo— Sarada asintió. Con un ejemplo basto, ella estaba conforme ahora. 

Duquesa solitaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora