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Esa misma noche Sarada después de cenar fue a su habitación, todos los sirvientes alrededor la miraban con mucha inquietud midiendo y observando a detalle sus modales. La morena no tuvo inconvenientes en mostrarles toda su gracia y elegancia dejándolos pasmados y muy avergonzados por sentirse en el derecho de juzgarla. 

—Permitamos prepararlas para mañana— dijo Lise con una pasión encendida en sus ojos. 

—Vaya si que les agrada la idea que su señor se case mañana. 

Miho interrogó a las otras dos chicas con la mirada. Su señora no era una simple novia.

—No es solo eso— Sarada se sentó junto al gran espejo oval para que le aplicara la mascara que preparó de ante mano. 

Kohaku estaba rígida parada frente a la puerta tratando de estar al margen, ella reviso por su cuenta los alrededores del palacio y luego en la habitación minuciosamente pero hablar de temas amorosos no era su fuerte. Palideció por los nervios. 

—Nos preocupábamos que nuestro señor no estuviese casado aún, muchos aristócratas de su edad ya tienen uno o dos hijos y ya han elegido a sus sucesores mientras que... 

—Entiendo— dijo a secas Sarada. 

Tomo pico la mano de Lise —nuestra señora no es una yegua de cría. 

La mujer de cabello gris se respingo —lo siento, no quiero decir eso. Mi intensión es que tengan una buena relación, si la señora de la casa es feliz, la armonía en la casa es solidad y duradera. 

—Por el bien de todos— termino de decir Sarada. —Si es por el bien de todos no tengo malas intensiones. 

Después de el tratamiento facial, un  baño lleno de esencias y luego un masaje, Sarada estaba un poco cansada de todas estas atenciones, nunca fue de las damas que se sumergiera en los agasajos y tratamientos de belleza, lo suyo era cien por ciento natural sin la ayuda de nada. Al terminar las cuatro doncellas Sarada las despidió con mucha rapidez. —Ya váyanse, no me siento sola. 

Las cuatro salieron muy apenadas, entonces Sarada si había percibido que todo esto que buscaron hacer en ella fue para no dejarla sola y se sintiese solitaria por la falta de su prometido. 

La duquesa leyó hasta quedar profundamente dormida, su cabeza la aproblemó con tantas ideas locas que se agotó mentalmente y la lectura la remato. 

—Me dejas verla— un hombre joven estaba preguntándole a Kohaku afuera de la habitación de Sarada para poder verla. 

—Ya le dije, señor, la gran duquesa Sarada Uchiha está durmiendo ahora— se opuso fuertemente como una muralla defendiendo a su señora.

El hombre hizo una mueca, estaba en su casa y no podía verla, a unos metros ya no a esa distancia abrumadora de imperio a imperio. Alzó una ceja —mira se que esta mal entrar en la habitación de una dama mientras duerme y sin su autorización pero si no me lo permites lo haré de alguna u otra forma. Mi deseo es verla, no pienso despertarla o acercarme a ella. 

La estaba amenazando agarró la empuñadura de su espada, no le importaba que el hombre aquel dijese que era el prometido de su señora. 

Kohaku entreabrió la puerta dudando de sus acciones, no confiaba en el hombre, le resultaba muy sospechoso. El hombre entró sin hacer ruido y la observó durmiendo como dijo, solo la vio dormir. —Siento llegar tarde, no tengo excusas—. Salio antes que su presencia se delatará. —No le digas que vine, no es necesario que lo sepa. 

El caballero frunció el ceño mientras lo veía marcharse. 

La mañana siguiente la situación se había vuelto frenética, empleados salían y entraban por la mansión del jardín a la cocina, de la cocina a los salones y tanto de las habitaciones también. El mayordomo no dejaba de golpear la puerta para venir a preguntar por los detalles a la futura gran duquesa de  este imperio a primera hora y como si ella no tuviese nada más que hacer. 

Duquesa solitaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora