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Los días pasaban y no había rastro del grupo, de vez en cuando por mi mente cruzaba la desoladora idea de que jamás volveríamos a verlos, que éramos unos ingenuos aferrándonos a un clavo ardiente. Quizás deberíamos desistir, asumir que no quedaba nadie de la prisión con vida, que... que Dante también había muerto.
Cuando creía avanzar un paso hacia Daryl, la situación me obligaba a retroceder otros dos. Y en ese punto inconcluso nos encontrábamos, él me miraba sobre su hombro asegurándose de que aún lo seguía, y yo me obligaba a quitar mi vista de su espalda para no hacerme más daño.
Me importaba, mucho, y su constante mirada, impasible, fría, no me ayudaba en nada a considerar que él sentía algo, el más mínimo aprecio por mí. Pero cuando pensaba que en realidad él solo quería deshacerse de mí, recordaba aquellos fugaces momentos que tuvimos durante las guardias en la prisión, y el afecto que me demostró cuando yo caí enferma por la gripe. Eran pocos momentos que resaltaban en la oscuridad.
Con la mente más fría tras el suceso de la crucifixión de aquel hombre, desde la huida de la horda, supe que si debía confiar en alguien, esa persona tenía que ser él.
— Pasaremos aquí la noche. —Daryl se había adelantado para comprobar la seguridad de un coche que estaba varado a un lado de la carretera— Cubriré las ventanas por si acaso. —asentí viendo como comenzaba a despedazar una manta que había encontrado en el maletero, y como con los harapos comenzaba a cubrir las sucias ventanillas para que no se nos viera desde el exterior.
— Qué ingenioso. —halagué haciendo una media sonrisa.
Daryl me miró sorprendido, y sin decir nada volvió a centrarse en lo que estaba haciendo.
Estaba más distante que de costumbre, y aunque imaginaba el porqué, no tenía pensado resolver sus dudas, no aún.
La noche no tardó en caer sobre nosotros, siendo un día más sin encontrar al grupo, un día más de vagar como caminantes por el bosque sin encontrar nada.
— Toma. —Daryl lanzó a mi regazo una barrita de cereales— Es la última. —añadió estirando sus piernas en salpicadero del coche.
Días atrás encontramos una tienda de campaña, ensangrentada y con, desgraciadamente, un caminante en su interior. Pero aquella pequeña tienda nos dio un par de reservas que ahora comenzaban a escasearnos.
— Gracias. —él emitió un gruñido casi animal como respuesta. Partí la barrita en dos y cuando extendí una parte hacia él, fue cuando se dignó a mirarme— Hay que compartirla.
— No tengo hambre. —arrugó su nariz con molestia, pero aun así yo mantuve mi mano en alto.
— Mientes. —canturreé con diversión causando que su ceño se frunciera aún más.
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¹THE EYES OF DEATH ⎯⎯ ᴅᴀʀʏʟ ᴅɪxᴏɴ
Fanfiction𝗱𝗮𝗿𝘆𝗹 𝗱𝗶𝘅𝗼𝗻 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 Todos conocen alguna leyenda de tiempos antiguos. Lo que no todos saben, es que estas están destinadas a repetirse, tengan o no un final feliz. Déjame contarte la historia del Lobo y la Luna. Historia basad...