Capítulo 1 🌹

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Fiore

Cuando era niña y mi padre se fue pensé que mi vida se iba a terminar, creí que era el fin de todo en lo que creía y sentí que se me rompía el corazón cuando él no regresó y se olvidó de mí. Tenía ocho años pero estaba consciente que no iba a regresar por más que le pidiera a la luna que lo trajera de regreso. Eso nunca pasó. Lloré cada día en mi cama pidiendo y rogando al cielo que mi padre no fuera tan malo y regresara por mí, solo quería eso, que regresara por mí y me sacara de esta pesadilla.

Cuando mamá se casó años después entendí que la huida de mi padre no era nada comparado con lo que me esperaba al lado de esos dos monstruos: la que se decía llamar mi madre y el bastardo abusador que entró a nuestra casa para aprovecharse de mí.

Alonzo se metía en mi cama cada noche cuando mi madre terminaba noqueada por todos los ansiolíticos que tomaba para poder dormir, ella no se enteraba de nada mientras ese hijo de perra abusaba de mí y me violaba las veces que quería y cómo quería. Decía que yo era suya, que le pertenecía por el solo hecho de violarme. Dejaba visibles marcas en mi piel cada noche, me mordía los muslos, el estómago y los senos. Quería dejar su marca en mí para que ningún chico de mi edad se atreviera a poner sus manos en mi cuerpo.

Lo odiaba, odiaba todo lo que tenía que ver con él, era un malnacido y quería matarlo con mis manos, saber que había terminado con la vida de un imbécil que ya no le iba a hacer daño a nadie. Quería desaparecer y borrar mi existencia de este mundo, que nadie se acordara de Fiore Basile, quería ser olvidada por todos y que nadie supiera más de mí.

Aquella mañana asistí al colegio porque mi madre me obligó a hacerlo. A ella también la odiaba. Antes de entrar Antonella me mandó un mensaje y la esperé a una cuadra antes de llegar al colegio. Saqué un cigarrillo y lo encendí, el frío atenazaba mi cuerpo y yo solo había salido de la casa con un suéter delgado y tenía las piernas descubiertas porque la falda me llegaba a la mitad de las piernas.

El mes de enero era el más frío en todo el Regio de Calabria, los vientos soplaban fuertes, te quemaban las mejillas a veces. El invierno era largo, frío, mojado y ventoso. Me gustaba pero este día en particular lo odiaba por no salir cómo era debido.

Le di una gran calada al cigarrillo y miré a todos lados, esperando que Antonella llegara ya, odiaba entrar al colegio pero me gustaba mucho más que estar en casa con el mantenido de Alonzo. Eso era. Un mantenido que no movía ni un dedo, mi madre le llevaba todo a su sofá, él solo estiraba la mano y la paga de ella iba a dar a él solo porque la tenía encantada con el pedazo de pene que le colgaba en medio.

—¡Fio! —escuché el gritito peculiar de Anto y me giré para verla. Agitaba la mano a lo lejos y corría en mi dirección. Sostuve el cigarrillo entre mis labios mientras agitaba la mano yo también. Sonrió al verme y corrió más rápido hasta llegar a mí.

—Que bueno que llegas, se me están congelando las piernas —Anto me miró de arriba abajo —. Sí ya sé que no es la manera de vestir pero no me dio tiempo —se enganchó de mi brazo y me quitó el cigarrillo para darle una calada.

—Te veo un poco rara, cómo que no has dormido bien —suspiré —. Es por ese hijo de puta, ¿verdad? —asentí porque sería una pérdida de tiempo decirle que no cuando ella sabía a la perfección lo que pasaba en mi casa.

Anto era la única persona que sabía de esto y no es porque yo se lo quisiera decir pero una vez notó las marcas que había dejado Alonzo en mis brazos y no pude negar más que el bastardo me violaba. Quisimos denunciar pero aquello fue inutil, para ellos yo tenía la culpa por ser una mujer y que fuera una tentación para él. ¿Acaso estábamos en el siglo pasado donde se culpaba a las mujeres solo por ser mujer? ¿Acaso yo tenía la culpa de haber nacido siendo mujer? No, yo no tenía la culpa, la culpa era de esta maldita sociedad que era tan machista.

Anhelo (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora