Prólogo

1.2K 243 146
                                    

El nombre de Dern se transmitió de generación en generación, y pasados los siglos, en ese mismo lugar se formó un reino. 

Bajo el manto celestial de la perenne nocturna, los astros se alineaban hacia quien peregrinaba hasta la tierra prometida. Los árboles danzaban mientras a través de sus extensas ramificaciones podrían vislumbrarse orbes de diversas tonalidades, tales espectadores seguramente se habrían dado el privilegio de madrugar con tal de saciar la despiadada intriga frente al sinfín de rumores que circulaban. Solo atreviéndose los valientes a perturbar la inmensa quietud del bosque, como lo fue aquel trio que al interior de una carroza era transportado; un arriero a la delantera, seguido por un segundo, un guardia que no levantaba la vista de un último hombre, el viajero. A metros de distancia, el cantar de las aves culmino en su más grande encanto, entonando aquella sutil, pero muy penetrante melodía. El viajero coreaba al unísono con un gutural vozarrón que en su mayoría llegaba a extrañar a quienes le escoltaban. Un tanto hastiados, demandaron silencio en nombre de quien solicito la presencia de aquel furtivo. Y como respuesta, únicamente recibieron una carcajada seguida de un mortal silencio. Misma forma en la que permaneció hasta que la carroza se detuvo justo antes de cruzar el puente que rodeaba la infraestructura. Tres colosales torres componían la delantera de una edificación, era tal la grandeza de las mismas que en los puntos inferiores acumulaban pálidas neblinas. Lo que era de esperarse para el punto más alto del reino.

—Hasta aquí llegamos nosotros. El resto del camino has de recorrerlo de forma independiente. —

El viajero descendió del vehículo pocos segundos antes de que se pusiera de nuevo en movimiento y en dirección contraria. Y así, desprendiéndose de la abrigadora capucha que solía ocultar la apariencia, en evidencia dejo un rostro adulto, de contundentes pómulos, ojos ligeramente rasgados y barba prominente. Siendo su altura considerable en comparación a la de los guardias que maravillados le contemplaban durante sus primeros pasos a través de la protección de los muros. Fue la carencia de indicaciones la que le obligo a moverse estratégicamente por la zona, sabiendo que por muy amenazantes que fueran las miradas de quienes tuviesen arpones en su dominio, eran incapaces de hacerle daño. Menos cuando en mano llevaba la carta que aseguraba su visita en el territorio norteño. Guio su atención a la zona menos despejada en todo el perímetro, acercándose con un tranquilo caminar que alertado fue por unos bastante sorprendidos vigilantes, vale decir que fueron ellos quienes abrieron de par en par la puerta, como respuesta a la asertividad que tan comentada era por todos. Si bien, para los trabajadores de ese lugar aquella decisión demostraba el inminente poder del recién llegado, no había otra lógica más que la que solía verse reflejada en el ajedrez. Bajo ninguna circunstancia dejes a la reina al descubierto.

El burdo acertijo impuesto por los dirigentes carecía de la dificultad que solía divertir al viajero, quien incluso creyó en un inicio que se trataba de un engaño. Por otro lado, cualquiera fuese la muestra de una supuesta conspiración, se esfumo en cuanto distinguió al otro extremo de la habitación a los gobernantes de esa espectacular tierra; ambos se levantaron con un grado elevado de admiración hacia su invitado. No existiendo otra prueba que fuese suficiente para convencerlos de la habilidosa estrategia del mismo. Un candelabro magnifico colgaba de la techumbre y a decir por la apariencia de las velas que en el reposaban, podría deducirse que era muy poco el tiempo que habrían estado aguardando su llegada.

—Seas bienvenido a Dern, buen hombre. Son muchos los testimonios que atribuyen la bendición de Dios sobre ti y ahora no hay duda que me imposibilite el profesar mi admiración en persona. —un gobernante rara vez demostraba vulnerabilidad frente a alguien que no fuese de su posición, en este caso, las aptitudes del viajero eran superiores, y tanto el rey, como la mujer a su lado, lo sabían. —

—Agradezco vuestra hospitalidad, su real inminencia. pero ¿Me es posible saber la razón por la que alguien como usted pueda solicitar la presencia de un humilde ciervo? —enigmático, el hombre que parecía saber la causa de la existencia misma actuaba con tanta naturalidad e intriga que no dejaba de sorprender a la sumisa dama que participaba también del encuentro. —

Dern: whispers of the hidden treeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora