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Aquí les dejo el capítulo que hará que sus corazones deseen un Darius al cuál adorar. Pero recuerden que pronto nos despediremos de este par de muñecos porque Darius tiene secretos bajo la manga y en este capítulo nos revelará uno importante.

Feliz Lectura…

Darius duerme a mi lado antes de escuchar como el llanto de Magnus estalla en el castillo, me levanto para irlo a atender que él ya fue las primeras dos veces.

Han pasado seis meses desde que mi bebé llegó a casa y en ese tiempo no ha parado de ser une bendición para mí y para Darius, hace un mes que mi celo nos tuvo encerrados en nuestra habitación. No me dejó salir a ver a mi pequeño e hizo un hechizo para que mis gritos no los escuchará nadie afuera. De verdad que me extrañaba porque no paro en los diez días. Me dejaba descansar a lo mucho una hora antes de volverme a tener debajo de él. Cuando los diez días pasaron teníamos varios muebles rotos, y con magia los reparó, y además tenía varios moretones y en diferentes lugares de mi cuerpo.

Llegó al cuarto de Magnus antes de ver qué mi pequeño está sentadito en su lugar con sus ojitos cerrados llorando por algo que a de haber perturbado su paz.

Me acerco a la cuna antes de agacharme para cargarlo, ha este paso ya me acostumbré a hacerlo con sus alas que no dejan de colgar por mi antebrazo.

—Mi dulce niño.

Moquea mientras lo abrazo para buscar una razón por la cual lloró, veo que su pañalito está sucio y luego la llevo al lugar donde lo puedo cambiar.

Sus alitas se acomodan debajo de su cuerpo para no lastimarlo, limpio sus gotas saladas, antes de darle un beso en su frente.

Me doy la vuelta para tomar su nuevo pañal, y al darme la vuelta ya no tengo un bebé de seis meses ya es un pequeño de un año o eso parece que tiene.

—El Alto Concejo cree qué volverme loca será divertido—digo para mí.

Veo el pañal en mi mano y luego la estatura de Magnus, niego despacio a lo que tengo en las manos, necesito un pañal más grande que no le quede pequeño a mi bebé.

—En el ropero—me doy la vuelta para ver a Darius.

—¿Sabías qué esto pasaría?—asiente antes de acercarse y sonreírle a Magnus.

—Tú eres la que no ha estado cerca de otras especies—dice antes de ver a nuestro hijo que estira las alas como si fueran manos—. Y no te asombres si en un mes lo ves como un niño de cinco años.

—¿Cuánto dura su niñez?

Ríe por el temor que le pase en mi voz, me aparta despacio para acomodarse y terminar de cambiar el pañal de Magnus, pero lo que hace me sorprende todavía más. Trago grueso al verlas en su espalda, grandes y de color negro azabache como las de un cuervo salvaje.

—¿Cómo...?

—No soy un lobo totalmente, Emily—eso ya lo sabía pero... las alas...

—¿Qué me ocultas, Darius?

—Mi verdadera especie.

—Pero...

—Soy el Darius que conoces—se acerca antes de tomar mi mano con delicadeza—. Pero con algo más oscuro detrás.

—Me da miedo saber que hay detrás de las alas—me besa despacio.

Guarda las alas de nuevo antes de girarse para llevar a Magnus a su cama. Se regresa mí para llevarme a nuestra recámara sin decirme nada de nada. Al llegar cierra la puerta y después se gira para verme, me sonríe antes de encaminarse a la cama y sentarse en ella.

Sin Amor ©® +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora