Instituto

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La mujer pelirroja alzó la vista. — ¿Las puedo ayudar en algo? —Soy Annabella Swan e Isabella Swan —le informé, y de inmediato advertí en su mirada un atisbo de reconocimiento. Nos esperaban. Sin duda, habíamos sido el centro de los cotilleos. Las hijas de la caprichosa ex mujer del jefe de policía al fin regresaban a casa. —Por supuesto —dijo.Rebuscó entre los documentos precariamente apilados hasta encontrar los que buscaba.—Precisamente aquí tengo el horario de sus clases y un plano de la escuela.

Trajo varias cuartillas al mostrador para enseñárnoslas. Repasó todas nuestras clases y marcó el camino más idóneo para cada una en el plano; luego, nos entregó el comprobante de asistencia para que lo firmara cada profesor y se lo devolviera al finalizar las clases. Nos dedicó una sonrisa y, al igual que Charlie, me dijo que esperaba que nos gustara Forks. Le devolvimos la sonrisa más convincente posible.Los demás estudiantes comenzaban a llegar cuando regresamos a nuestros auto caminando una al lado de la otra.

Los seguimos,y nos unimos a la cola de coches y conduje hasta el otro lado de la escuela.
Fue un calvario comprobar que todos los vehículos de el resto de estudiantes eran para nada ostentosos y estaba segura que el mio llamaría todavía más la atención.
En Phoenix, vivía en uno de los pocos barrios pobres del distrito Paradise Valley. Era habitual ver un Mercedes nuevo o un Porsche en el aparcamiento de los estudiantes. El mejor coche de los que allí había era un flamante Volvo, y destacaba. Aun así, apagué el motor en cuanto aparqué en una plaza libre para que el motor no atrajera mas la atención de los demás sobre mí.

Examiné el plano en el clásico, intentando memorizarlo con la esperanza de notener que andar consultándolo todo el día. Lo guardé en la mochila, me la eché al hombro y respiré hondo.

—Tu puedes!— me dije a mi misma.Nadie me va a morder. Al final, suspiré y salí del coche. Sali de ahí con la cabeza en alto no iba a demostrar inseguridades en frente de un montón de adolescentes hormonales. Observe que Bella se posicionaba a mi lado escondiendo su cara entre su capucha negra,no queriendo ver a nadie como si el solo echo se esconderse fuera hacer que no hablaran de ella —pensé sarcásticamente. Enrosque mi brazo alrededor del suyo para darle confianza , ella me miro y sonrió levemente.

Una vez pasada la cafetería, el edificio número tres resultaba fácil de localizar, ya qué había un gran «3» pintado en negro sobre un fondo blanco con forma de cuadrado en la esquina del lado este.Noté que la respiración de Bella se acercaba a hiperventilación al aproximarmea la puerta. Yo la verdad estaba nerviosa ,pero intentaba no demostrarlo.Vi como Bella contenía el aliento ,me reí levemente , apreté su brazo y la impulse a atravesar las puertas detrás de dos personas que llevaban impermeables de estilo unisex.

El aula era pequeña. Los alumnos que tenía delante se detenían en la entrada para colgarsus abrigos en unas perchas; había varias. No los imite pero Bella si.Se trataba de dos chicas, una rubia de tezclara como la porcelana y otra, también pálida, de pelo castaño claro. Al menos, mi piel nosería nada excepcional aquí. Pensé aliviada.

Entregué el comprobante al profesor, seguidamente lo hizo Bella , un hombre alto y calvo al que la placa quedescansaba sobre su escritorio lo identificaba como Sr. Masón.
Se quedo embobado viendo nuestro nombres, pero no nos dedicó ninguna palabra de aliento.Bella se puso mas roja que un tomate.Pero al menos me envió juntas a un pupitre vacío alfondo de la clase sin presentarnos al resto de los compañeros.
A éstos les resultaba difícilmirarnos al estar sentadas en la última fila, pero se las arreglaron para conseguirlo. Mantuve lavista clavada en la lista de lecturas que me había entregado el profesor. Era bastante básica:Bronté, Shakespeare, Chaucer, Faulkner. Los había leído a todos, lo cual era cómodo... y aburrido. Me pregunté si mi madre me enviaría la carpeta con los antiguos trabajos de clase osi creería que la estaba engañando. Recreé nuestra discusión mientras el profesor continuabacon su perorata.

Cuando sonó el zumbido casi nasal del timbre, un chico flacucho, con acné y pelograsiento, se ladeó desde un pupitre al otro lado del pasillo para hablar con nosotras. —Sois Annabella Swan e Isabella Swan, ¿verdad?Parecía demasiado amable, el típico miembro de un club de ajedrez.—Anna —Bella — corregimos al mismo tiempo. En un radio de tres sillas, todos se volvieron para mirarnos. — ¿Dónde tenéis la siguiente clase? —preguntó. Tuve que comprobarlo con elprograma que tenía en la mochila.
—Eh... Historia, con Jefferson, en el edificio seis.

Mirase donde mirase, había ojos curiosos por doquier.—Voy al edificio cuatro, podría mostrarles el camino —demasiado amable, sin duda—.Me llamo Eric —añadió. Sonreí con agradecimiento.
—Gracias —conteste, y Bella asintió. Recogimos nuestros abrigos y nos adentramos en la lluvia, que caía con más fuerza.Hubiera jurado que varias personas nos seguían lo bastante cerca para escuchar a hurtadillas.Esperaba no estar volviéndome paranoica.

—Bueno, es muy distinto de Phoenix, ¿eh? —preguntó.
—Mucho.
—Allí no llueve a menudo, ¿verdad?
—Tres o cuatro veces al año.
—Vaya, no me lo puedo ni imaginar.
—Hace mucho sol —le expliqué.
—No se te ve muy bronceada.—Es la sangre albina de mi madre. —contesto Bella interrumpiendo por fin la conversación. La miró con aprensión. Suspire. Pasamos junto a la cafetería de camino hacia los edificios de la zona sur, cerca delgimnasio. Eric nos acompañó hasta la puerta, aunque la podía identificar perfectamente.
—En fin, suerte —dijo cuando rocé el picaporte—. Tal vez coincidamos en alguna otra clase. Parecía esperanzado. Le dediqué una sonrisa que no comprometía a nada y entré sin decir nada.

El resto de la mañana transcurrió de forma similar. Mi profesor de Trigonometría, el señor Varner, a quien habría odiado de todos modos por la asignatura que enseñaba, fue el único que nos obligó a permanecer delante de toda la clase para presentarme a mis compañeros.

A la hora del almuerzo Bella me dijo que una compañera nos había invitado a almorzar con ellos. Asentí contenta de no estar sola con Bella en un lugar donde todos no podrían observar como animales en el zoo. Y allí estaba, sentada en el comedor, intentando entablar conversación con siete desconocidas llenas de curiosidad, cuando los vi por primera vez.

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The Black Swan© « JASPER HALE »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora